11 La Venida del Cuervo por Velkan Corvinus

 


Por Velkan Corvinus "el Viejo"


(Primera publicación en la revista "Caput No. 14"; Cuento 1ro de la segunda línea del Codex Tempesta)


¿Ryan?, ya es tarde, ¿porqué no vas a descansar a tu casa?— preguntó mi amigo el cantinero.

 

No me había dado cuenta que me quedé dormido en la barra mientras me sumía en mis pensamientos. Con una jaqueca leve le respondí.

 

¿Cuánto tiempo me quedé dormido?—

Como unas dos horas, ¿te sientes bien Ryan?—

 

Asentí con la cabeza, aunque no fuera cierto, y en cierto punto Bob lo sabía. Desde el término de mi servicio en Afganistán, no he podido dormir bien, las imágenes de guerra en mi cabeza me hacen perder el sueño recurrentemente.

 

Me retiro Bob, gracias por los tragos—

—Habrá una reunión en el lugar de siempre, hay nuevos integrantes, jóvenes que sirvieron en Irak y Afganistán como tú, hablaran…—

—No es necesario Bob, ya sabes que no me agradan esos grupos motivacionales.— corté la charla repetitiva de Bob rápidamente.

 

Bob simplemente hizo un gesto simple de desaprobación y simplemente dijo:

 

Cuídate Ryan, que descanses.—

 

Me despedí de Bob y salí del bar.

 

El insomnio es cada vez más frecuente; desde que volví de la guerra, las pesadillas no me dejan dormir, pero no son pesadillas por ver solamente cosas malas, sino que, yo era el que hacía el combate más encarnizado y feroz.

 

Nunca fui un hombre muy tranquilo; desde que estuve en la escuela, me metía en problemas, junto con mi hermano, relacionado a peleas y enfrentamientos con otros compañeros del instituto, o de otras escuelas. Nos volvimos en los problemáticos y peligrosos del lugar.

 

Fui a terapias para poder controlar mi ira, aunque solo la aligeraba un poco, no la eliminaba; hasta que me introdujeron al equipo de football de la escuela, donde pude desatar toda la energía contenida en mi por un largo tiempo.

 

Aunque todo fue más tranquilo a partir de ese suceso, no fue, sino hasta que el ejército hizo campaña de reclutamiento en la ciudad, con presentación de ejercicios militares y demás cosas. Mi hermano y yo nos emocionamos, y fuimos rápidamente, con permiso de nuestros padres, a querer entrar a una escuela militar, fue ahí que mi camino comenzó.

 

Me convertí en el soldado Ryan Cooler, del regimiento de rangers de avanzada. Después de mi entrenamiento en el ejército, nos mandaron de misión a Afganistán, donde pude ver la guerra de primera mano. Íbamos bajo el mando del capitán Rogers; nuestra misión era proteger las afueras de Kabul de un alzamiento Talibán en la zona.

 

Los primeros días eran más tranquilos y serenos, aunque podías sentir en el ambiente, que no eras bienvenido en ese lugar. Las personas te miraban mal, no querían tratar con nosotros, y ni siquiera querían mirarnos a la cara, a menos que fuera para mostrar su repulsión hacia nosotros.

 

El tercer día nos empezamos a movilizar, ya que Inteligencia, nos había informado de una casa de seguridad en un edificio de construcción en nuestra zona de resguardo. Empezamos a ir al lugar, y no pasó mucho tiempo desde que empezaron los primeros disparos.

 

Los talibanes ya sabían que íbamos hacia el lugar; comenzando a iniciar fuego, nosotros, cubiertos por nuestros vehículos acorazados con calibre 50 en cada uno, respondimos el fuego. Balas, fuego, explosiones, todo inició de 0 a 100 en un segundo; la mayoría de mis compañeros eran novatos, como yo, era su primera misión, y aunque encaraban bien la amenaza, podías ver en sus ojos el miedo y el deseo de volver a casa, pero conmigo, ocurría algo diferente.

 

Yo estaba emocionado, extasiado por el ambiente que se estaba generando; en mi ser, a diferencia de los demás, que querían regresar a casa, yo me sentía en casa dentro de ese conflicto. A pesar de que mi capitán daba ordenes de que me resguardara, y protegiera las zonas seguras para la llegada de refuerzos, yo ignoré la orden, y solo por mi cuenta, me dirigí a la boca del lobo.

 

Uno tras otro, los talibanes caían bajo mi fuego preciso; el capitán, al ver esto, ordenó que tomaran las posiciones que yo estaba despejando por mi cuenta. Aunque yo no podía verlo, mis compañeros aseguraban que tenía una sed, y una alegría, al estar matando y exterminando a los talibanes que me encontraba por mi camino; desde entonces, me conocen bajo el nombre de “el carnicero de Kabul”.

 

Al terminar mi servicio, me quedé a vivir con el ejército, yendo de misión en misión, servicio en servicio, no podía despegarme del combate, era mi hogar, lo sentía como mi hogar.

 

Años de servicio, pidieron mi baja con honores, no porque haya quedado con heridas físicas, sino porque creían que la guerra me había vuelto loco. Yo no quería dejar el conflicto, pero eran órdenes, y se tenían que obedecer. Al terminar mi ceremonia con honores, mis corazones púrpuras, y mis varias medallas de servicio, lealtad y valor, regresé a mi ciudad natal, aquí, en el estado de California.

 

Mi tristeza, depresión e insomnio, no era por las secuelas de la guerra, que a muchos veteranos les ocurre, sino que, la razón de aquello es mi deseo de regresar, y mi imposibilidad para hacerlo. En el conflicto estaba descubriendo algo, una sabiduría oculta en cada explosión, en cada bala disparada, en cada grito de combate y cada gota de sangre derramada en el suelo, hay algo ahí, y lo estaba apenas descubriendo hasta que tuve que retirarme.

 

Mientras iba caminando a mi departamento, a unas cuadras de la casa del pastor Hammond, del pedófilo de las noticias que fue asesinado, a las afueras del cancel de mi edificio, se encontraba un extraño vagabundo que nunca había visto antes. El vagabundo traía ropa sucia, de colores grisáceos descoloridos, pantalón de mezclilla y chaquetas rotas y desgastadas; tenía el cabello largo  gris, además de una barba blanca grisácea y algo larga, que lo hacían ver seguramente más mayor de lo que en realidad era; tenía un pedazo de tela blanca y sucia, atado alrededor de su cabeza, haciendo la función de parche, ya que carecía de su ojo izquierdo; venía con dos perros callejeros, que siempre lo acompañaban, y estaba alimentando a dos extrañas palomas, que pareciera, que las palomas conocieran al extraño hombre.

 

Al acercarme para entrar al edificio, el vagabundo voltea a mirarme, si mirada, fría e inexpresiva, impregnaba una incertidumbre muy fuerte, además de que infundía un temor, mezclado con respeto, muy potente, además de que en su ojo que todavía conserva, tenía un iris de un azul espectral, como si tuviera luz por si sola.

 

El hombre, después de mirarme, se marcho con sus perros, caminando lentamente, mientras éste se apoyaba con un pedazo de rama que lo usaba como bastón.

 

Fue un extraño encuentro, pero mi cansancio para dormir estaba en aumento, al fin iba a poder descansar después de un largo tiempo de insomnio; lo que pasaría en mis sueños, me dejaría con una sensación de incertidumbre.

 

Vi a un hombre, de aspecto mayor, largo cabello y barba, colgado de un árbol negro, atravesado con una especie de lanza en el pecho, mientras el abismo donde se balanceaba, aparecía una especie de letras o símbolos, cada vez más frecuentes.

 

Al día siguiente, no podía comprender ese sueño, era demasiado vívido para ser un sueño. En las noticias estaban apareciendo inconformidad civil en las calles en contra del gobierno y las autoridades, el desatamiento de redes de secuestro, abuso infantil y demás, y la lista de los nombres involucrados estaba haciendo de la ciudad, en una bomba del tiempo que le explotara al alcalde y a la policía si no solucionan nada. Los grupos subversivos de las escuelas se están preparando para posibles marchas y enfrentamientos en contra de antimotines, hay una extraña banda de motociclistas que están casando a funcionarios, policías y personas de poder, que compran los servicios de las casas rojas de prostitución infantil, dentro y a las afueras de la ciudad.

 

Fui al super mercado a conseguir mis víveres, había mucha gente, y la conversación que se escuchaba más frecuente es el estallido de un levantamiento en contra de la alcaldía y el jefe de policía de la ciudad. Fue en ese momento que vi a una patrulla, afuera del establecimiento, tomando a unos jóvenes estudiantes por sorpresa, golpeándolos y derribándolos al suelo, cuando supe que esto no se podría controlar.

 

Rápidamente fui al estacionamiento a calmar a los oficiales, pues los jóvenes estaban ya, algunos de ellos, escupiendo sangre por los golpes recibidos.

 

Suficiente oficial, déjelos en paz.—

—¿Y usted quién es?, este es un asunto de la policía, no se entrometa.—

—Soy Ryan Cooler, 9no regimiento de Rangers del ejército estadounidense, les pido que dejen a los jóvenes en paz, no están haciendo nada malo, es inconstitucional lo que están haciendo.—

 

Al terminar de explicar mis credenciales y mis razones, uno de los policías se acercó a mí, me miró con rechazo y recelo, hasta que me golpeó y me tumbo al suelo. Estaba a punto de ponerme las esposas, hasta que unas palomas volaron directamente hacia su cara, haciéndolo retroceder, tratando de espantarlas y alejarlas.

 

A lo lejos pude ver, que, al otro lado de la calle, pude ver al vagabundo con sus perros, observándome fijamente a los ojos. En ese momento sentí un frenesí total, igual al que sentí en Kabul esa vez. El policía había logrado deshacerse de las palomas, e iba directamente en contra mía, pero respondí derribándolo, rompiéndole nariz y tráquea, antes de que cayera al suelo. El otro policía al ver esto, sacó su arma y me apuntó, al hacer eso me pidió que me pusiera de rodillas. Al acercarse para ponerme las esposas, lo desarmé rápidamente y le disparé en la cabeza; el otro policía, al percatarse de eso, intentó sacar su arma, pero le disparé rápidamente en la cabeza también.

 

La gente se había aglomerado en las puertas del supermercado, viendo, los jóvenes solamente estaban con la cara de asombrados, olvidando la sangre que se estaba derramando de sus bocas por los golpes, en la radio de la patrulla informaban de un tiroteo en las afueras del supermercado, por lo cual, tenía que retirarme de ahí rápidamente.

 

A lo lejos vi que el vagabundo se iba hacia un callejón, a lo cual, decidí seguirlo, quería algunas respuestas. Al llegar al lugar, el vagabundo no estaba, hasta que escuché una voz.

 

¿Aún buscas ese conocimiento niño?—

 

Voltee, y era el vagabundo.

 

¿Conocimiento?, ¿co.. cómo sabe?—

—Yo lo se todo, también quien eres y lo que buscas, sir Balan.—

 

No entendía el lenguaje críptico de este extraño vagabundo, ¿sir Balan?, ¿quién era ese?

 

—Mi nombre no es “Balan”, soy Ryan.— el vagabundo sonría expresa un risa simple, pero inquietante.

 

¿Quién eres, tienes algún nombre?— pregunto al vagabundo para tener más conocimiento de él.

 

Tengo muchos nombres, como formas hay de morir, ya me has conocido con uno de ellos, cuando estuve colgado del árbol, ¿recuerdad?—

 

La respuesta me heló la sangre, ¿Cómo supo lo que yo había soñado?, a pesar de haber estado y luchado en los peores lugares del mundo, este hombre era capas de infundir un gran temor, que incluso yo no me atrevería a enfrentar.

 

¿Cómo es que tu sabes lo que soñé?, ¿quién eres?—

—Yo lo se todo, ¿no me recuerdas?, yo he estado siempre contigo, en Kabul fue cuando nos conocimos, en Bagdad, en Chechenia, en cada bala disparada, en cada apuñalamiento con tu daga, en cada sangre derramada en mi nombre, como sacrificio para mí, en cada héroe caído en combate, yo he estado ahí contigo, y ya es momento de que inicie tu camino, sir Balan.

 

No entendía nada de lo que el vagabundo estaba diciendo, pero por alguna razón extraña, sentía una cierta familiaridad en él, como si en verdad lo conociera de algún modo.

 

¿Cuál camino y quién o porqué me llamas sir Balan?—

 

El vagabundo sonrió y simplemente respondió:

 

Con el tiempo comprenderás, la Madre Oscura a dado la orden, el camino ya está trasado, los caballeros deben despertar, pues se avecina una guerra, una guerra que te incluye a ti sir Balan, será mejor que encuentres a tu hermano, pues el también tiene un papel en esta historia.—

 

—¿Mi hermano?, ¿Qué tiene que ver mi hermano en esto?—

 

Lo verás a su tiempo, Caballero Salvaje, pero, ¿no tienes que ir a tu casa?—

 

En ese momento escuche sirenas por todos lados, ¡Cierto!, había matado a dos policías. Cuando me dirigí al vagabundo, éste había desaparecido.

 

Rápidamente me dirigí a mi casa, tomé las cosas que más necesitaba, mis armas del ejército, dinero, ropa de mi cuartel y cosas que más necesitara. Al salir del departamento y del edificio, me alejé del lugar rápidamente hasta que llegué a la casa del pastor Hammond, alguien había entrado al lugar y había dos camionetas negras sin placas afuera de la entrada. Algo sentía que no estaba bien, tenía que seguir, pero algo me impulsaba a entrar. De repente, una paloma extraña se posó sobre una de las camionetas, y miró hacia dentro de la casa. Fue algo extraño, pero lo tomé como una señal.

 

Entre, armado con mi 9mm al lugar, el lugar seguía acordonado con listones policiales, y lo que hubiera pasado esa noche, las cosas seguían en su mismo sitio. Al llegar a la entrada de un pequeño sótano, escuche unas voces que estaban en el lugar, al entrar, había cinco hombres, vestidos con un traje negro y lentes negros, parecían agentes del servicio secreto. Ellos al verme, sacaron sus armas para eliminarme, yo rápidamente disparé, siendo más rápido que ellos y eliminándolos a todos menos a uno.

 

A uno le había dado en la arteria del cuello y estaba muriendo desagrado mientras trataba con su mano parar la hemorragia. Al acercarme, éste me vio, con una mirada de confundido, y finalmente murió. La mano que estaba parando el desangrado, tenía un anillo plateado con un símbolo extraño, tenía como una especia de compás o algo así, y en medio había una G; en el ejército, varios oficiales tenían anillos parecidos a esos, creo que eran los llamados masones o algo así, nunca comprendí quienes eran o si se llamaban así.

 

En su abrigo había un libro extraño, al abrirlo había extraños símbolos, además de coordenadas, notas, y otras cosas que no tenía el tiempo de descifrar, pues la policía venía por mí.

 

Decidí llevarme el libro, las municiones de los hombres del lugar, y salir rápidamente del lugar. Al salir vi que había palomas por todos lados, en los tejados, arriba de las lámparas de la calle y lo autos, todo estaba lleno de palomas. La policía había llegado a mi edificio, pero se percataron de la situación de la casa de Hammond, y enviaron algunos elementos hacia acá.

 

Al momento de verme, ordenaron que pusiera las manos arriba y de rodillas; los demás oficiales se percataron y empezaron a ir hacia mi sitio.

 

¿Encontraste el libro?—

 

Escuche una voz familiar, era el vagabundo, el cual ya no tenía dos perros, sino, dos gigantescos lobos, con ojos fuertemente amarillos, y en su hombro ya no estaban las palomas a las cuales alimentaba, sino, dos cuervos enormes cuyos ojos rojos, emanaban terror.

 

¿Sabías que vendría aquí, cierto?—

—Yo lo se todo, además, tuve algo de ayuda.

 

En ese momento, las palomes que inundaban la calle, se transformaron en cuervos de gran tamaño, haciendo que la policía se sintiera desconcertada y asustada por lo que estaba pasando.

 

Ve, busca a tu hermano, tienen un largo camino que recorrer, te volveré a ver en el momento adecuado.

 

No sabía que iba hacer, hasta que el vagabundo, al golpear su bastón de rama en el suelo, se transformo en una enorme lanza; el vagabundo no era tan corpulento, pero empezó a enderezarse y a medir casi los dos metros; se deshizo de sus ropajes, y una enorme capa azul oscura empezó a cubrir su espalda; una armadura lo cubría de hombros a pies, y el trozo de tela que tenía por parche, desapareció, convirtiéndose en un parche real que cubría su ojo izquierdo.

 

En mi mente surgió un nombre, que me hizo saber quién era el, al escuchar ese nombre, mi corazón, pareciera que se detuvo, ¿es él?, ¡¿él es real?!

 

El hombre levantó su lanza, y todos los cuervos empezaron a graznar y a volar, como su fueran una tormenta que oscurecía los cielos; en ese momento supe que tenía que irme de ahí. Lo único que vi es una ola de cuervos dirigiéndose a los policías y oscureciendo las luces de las patrullas para siempre.

 

 

 

La ola de cuervos se disipó, revelando esqueletos ensangrentados en donde antes había hombres. Uno de los cuervos se posó en el hombro del Tuerto, susurrándole en el oído; el Tuerto sonrió, y con un tono en silencio y discreto, exclamó un nombre:

 

Lancelos.—





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