15 Solo soy una Chica del Lago por Velkan Corvinus
Por Velkan Corvinus
(Publicado por primera vez en la revista "Tempestor No. 5")
—¿Conrad?...¿Conrad?...¡Jack!— volví en sí rápidamente,
cuando mi tutor gritó mi nombre.
—¡Sí!—
—¿Estas bien, algo que
quieras decirle al grupo, además de tu historia ya relatada?, ¿te has sentido
mejor?, ¿algo que quieras añadir?—
—Emm… ¡bien!, eh estado
mejor últimamente, ya puedo dormir sin necesitar pastillas para el sueño.—
—Me alegro mucho por ti,
Jack.— suena la alarma del reloj del salón.
—Bueno, terminó nuestra
sesión de hoy, nos veremos la siguiente semana. Conrad, ¿podrías venir un
momento?— todos los demás, que estábamos haciendo un círculo, se retiran
hacia la puerta.
—¿Enserio estas bien
Jack?, te conozco bien, y se que para nada has estado durmiendo bien. Se que
solamente han pasado 5 meses desde tu regreso de Irák, y que el incidente que
sufriste no se a borrado de tu mente, por eso vienes a estas sesiones.—
—¡Porque se me ordenó
Fred!—
—Porque lo necesitas,
Jack. Ese sentimiento de culpa te está comiendo en vida, debes de aprender a
aceptar lo que pasó, que estabas en misión y que no podías saber lo que estaba
detrás de esa puerta, y mucho menos evitarlo.—
—¡Claro que si pude
evitarlo!, si hubiera corrido rápido tras la granada, esa niña aún estaría
viva.—
—Aaaa, Jack, entiendo
tu dolor, todos en el círculo tienen historias similares, dolores que no los
dejaron, aún cuando no están en el campo de batalla, pero debes aprender a
superarlo, tratar de perdonarte, si es que quieres tener de nuevo tu vida.—
—Ese es el problema Fred,
yo morí allá ese día, este que ves ahora… ya no soy yo.— procedí
a alejarme del salón sin mirar atrás.
Miro mi bolsillo, ya no
me quedan pastillas, y se me olvidó una vez más mi receta médica para pedir
más; volveré a tener pesadillas esta noche nuevamente.
La pesadilla siempre es
la misma. Hace cinco meses, fue en una misión a Irak con mi unidad, el 3er
Batallón de Rangers; teníamos que despejar un edificio de fuerzas hostiles, ya
sean talibanes, del ISIS, Al Qaeda, al final todos los veía igual, nos disparaban
de la misma forma.
Al entrar a despejar un
sótano, del cual nos reportaron que había un túnel, por el que los extremistas
traficaban armas, abrí una puerta para despejar el área. Lancé una granada de
fragmentación, pero escuché la voz de alguien muy pequeño, a lo cual, me
congelé repentinamente para saber que estaba pasando. De las sombras salió una
niña iraquí, muy pequeña, tal vez de unos 5 o 6 años. Tenía en su mano
izquierda un peluche, algo sucio por el polvo, que venía arrastrando; en su mano
derecha traía la granada, que la estaba levantando en mi dirección, pensando
que se me había caído y me la estaba devolviendo. Yo en ese momento perdí la
cordura, grité y traté de correr hacia ella, pensando en golpear la granada,
alejándola de ella, y con mi cuerpo protegerla para que saliera ilesa, pero mis
compañeros me detuvieron, me derribaron lejos de la puerta y lo único que vi y
escuche, fue una explosión saliendo de ese sótano.
Quedé en shock, otros
equipos rangers llegaron para asegurar el edificio, y me llevaron con los
paramédicos. Al final de la misión, me llevaron con mis superiores, yo no hable
después de lo sucedido en el sótano. Mis compañeros, y mi superior al mando,
mencionaron lo sucedido, haciendo que los comandantes entendieran y, con ayuda
de amigos, me regresaran a casa, con la orden de ir a terapia. Desde entonces
no puedo dormir sin ver el rostro de esa niña siendo despedazada por mi mano.
Mi casa está hecha un
desastre, desde que me fui la misión mi novia me dejó, no tenía el corazón para
esperar que soldados uniformados llegaran a su puerta y le dijeran que había
muerto en acción. Mis padres fueron a Canadá, y estarán allá por un año más,
estoy solo, en mi casa, en una ciudad de California, con una reciente fama en
una red de tráfico de niños y mujeres, haciendo que la gente se quiera levantar
en contra del gobierno corrupto de la ciudad. No importa en donde esté, siempre
habrá un conflicto, en donde inocentes serán lastimados.
Trabajo en la
construcción ahora, con mi amigo Fred, mi tutor de terapias. Fred era uno de
los rangers que vinieron de apoyo, luego de mi suceso en el sótano. La
construcción de casas, para familias nuevas, me a mantenido despejado por un
tiempo, pero siento que la culpa, y la depresión que tengo, me terminará
matando.
Llego a mi casa y me
sirvo un vaso con un Jack Daniels que tenía abierto; enciendo un cigarrillo y
hago lo que siempre hago por las noches, hundirme en la nada. Tenía una 9mm en
la mesa de a lado, aún con algunas balas en ella y pienso. ¿Si me doy un tiro,
podré alcanzar el perdón?, ¿limpiar mi culpa?, ya no podía más con ese recuerdo
que me destrozaba el alma cada vez que lo veía.
Tomé el arma, la preparé,
y puse el cañón en mi boca, esperando solo el coraje para jalar el gatillo,
hasta que mi celular sonó, que inoportuno. Ví, y era Fred.
—¿Qué quieres Fred?—
—Hola Jack, espero no
importunar, pero, ¿tienes un momento?, ¿podemos vernos en el bar de siempre?,
tranquilo, no es por terapia, es por asuntos de trabajo en la construcción.—
—Espero que sea para eso,
estoy algo cansado de tus sermones motivacionales.—
—Jajaja, tranquilo, es
sobre una casa que se está haciendo, ¿puedes venir?.—
—Allá Voy.—
Ja, vaya maldito, siempre
sabe salvarme el culo, aún cuando no está cerca de mí.
Al llegar al bar, veo que
Fred aún no llega, y en efecto, me manda un mensaje que llegará unos minutos
tarde, el tráfico. Sin perder tiempo, me siento en la barra y pido lo de
siempre, Whiskey. En eso, una chica se sienta a mi lado, y pide lo mismo, no la
ví, estaba sumido en mis pensamientos.
—Mmm, soldado
¿correcto?.— escucho que la chica habla.
—Sí.— respondo
algo cortante, aún sin voltear a verla.
—Conocí a varios
soldados, hace mucho tiempo, de los mejores que había en su momento, lástima
que ya no pelean por una causa real.— ese comentario, un tanto presuntuoso
hizo que volteara a verla.
Era una chica guapa,
blanca, de cabello lacio, como rubio cenizo, con unos ojos azules brillosos,
muy brillantes, como si tuvieran luz propia.
—¿Y que causa justa según
tu debemos seguir?, todos nosotros luchamos simplemente por volver a casa, no
nos da ninguna alegría ir a llevar la guerra para que inocentes sufran.— la
chica solo me sonríe.
—Bueno, de los soldados
como tú, generalmente veo que regresan como héroes, orgullosos de servir a
intereses políticos que ni siquiera ustedes comprenden.—
—Bueno, tal vez al
acostarte con idiotas como ellos pienses así, pero no todos lo somos, así que
si me disculpas.— me levanté y estaba a punto de irme.
—Eres igual a tu
padre.— respondió la chica misteriosa.
—¿Qué?, ¿Cómo conoces
a mi padre?, no sabes quién soy, no si quiera te conozco.—
—Conocí a tu padre hace
varias vidas atrás, y te conozco a ti, Gwalchavad.— no
comprendía lo que estaba diciendo.
—¿Gwalch qué?, veo que estas
loca o borracha.— justo al escuchar las estupideces que
decía esa mujer y darle la espalda, dijo algo que me heló la sangre.
—Lo que pasó ese día,
lo que estas viviendo en este momento, solamente refleja la pureza de corazón
que tienes, ella lo sabe, y te perdona.— quedé congelado.
—Tú, ¿Cómo sabes de
eso?— voltee y me dirigí a ella. Ella simplemente volteó a la barra y bebió
su trago.
—Lo que está por
venir, necesitamos soldados como tú, hay una nueva misión, y tú, Gwalchavad,
eres uno de los tres que necesitamos para encontrarla.—
—¿De que estás
hablando?,¿porqué me llamas así?, ¡¿Cómo sabes lo de la niña?!—
—¡Jack!— era
Fred que había llegado al lugar. —Perdón por el retraso, el tráfico está de
locos, ¿estás bien?, te veo algo alterado.—
—Estoy bien, solo estaba
hablando con ella.—
—¿Con quién?—
al volver a voltear donde estaba la chica, ella ya no estaba, ni siquiera el
vaso donde estaba bebiendo.
—¿Esta bien Jack?—
no entendía lo que había ocurrido.
—Eeee, sí, solamente
estoy algo cansado creo, ¿de qué querías hablar?—
—Es sobre el trabajo,
algunos trabajadores no irán, ya que se prepararán para una manifestación que
habrá dentro de dos días, y necesitamos cubrir horas extras.—
Después de hablar por
unas horas sobre como iba a estar el itinerario, nos despedimos y regresé a mi
casa. No podía sacarme de la cabeza la conversación que tuve con esa chica.
Al regresar a mi casa y
dormir, pensé que las pesadillas me iban a abrumar, pero no, dormí como nunca
antes, incluso volví a soñar con la niña, pero esta vez, ella me llevaba de la
mano, para jugar con ella en un parque junto con su osito, al despertar, tenía
los ojos algo hinchados por llorar, pero no era de tristeza, sino de alegría.
Fui al trabajo con una
energía renovada, incluso me sentía contento. Al llegar, Fred me recibió.
—Buenos días Jack.
¿Espera?, ¿quién es éste que esta enfrente de mí?, ¿Jack, eres tú?— lo
dacía con un tono burlón y alegre.
—No empieces Fred—
—Jajaja, tranquilo, me
agrada que estas así, te vez como un hombre nuevo, incluso se ve una pequeña
sonrisa oculta por ahí.—
—Ya, simplemente pude
dormir bien sin medicamentos, y me siento contento por ahora.—
—Jajaja, ¡bien!, así me
gusta, espero que compartas este momento en nuestra siguiente sesión, pero
ahora, ¡muy bien chicos, a trabajar!—
Procedimos al trabajo,
poniendo piso y paredes, haciendo bromas y chistes entre los trabajadores,
todos éramos como hermanos, no solo por el trabajo, sino por las armas. Todos
los constructores habían servido al ejército, y en tiempos libres, o en los
tiempos en que no nos enviaban a oriente medio, nos dedicábamos a ayudar en la
construcción, para personas de bajos recursos.
En la hora de nuestro
almuerzo, en la banqueta, una niña jugaba con una pelota, se veía muy feliz. En
una patada, la pelota salió volando hacia mí, y la niña me hacía gestos, no
para que se la regresara, sino para que jugara con ella. Dejé mis cosas en la
casa que estábamos armando, y fui a jugar con ella.
La sensación de jugar con
ella, era la misma que sentí en el sueño, era como si esa niña fuera la niña
iraquí de ese momento, jugamos hasta que una piedra me hizo tropezar, y la niña
se rio mucho de eso.
—Se ve que no has jugado
mucho a la pelota, ¿verdad?—
—Si, al parecer estoy
fuera de práctica.— respondí mientras la niña me miraba con
ternura.
—Eres muy divertido
Galaz, deberías divertirte más amenudo.—
—Jajaja, si, lo tendré en
mente. Jack, me llamo Jack.—
—En el tiempo en que te
conocí, tenías otro nombre.— se me hizo extraño el
comentario que hizo la niña; al verla mejor vi que era una niña de 5 o 6 años,
blanca, de pelo algo rubio, y ojos tan azules, que me recordaron a la chica de
aquel bar.
—Oye niña, ¿de
casualidad, no tienes una hermana mayo o algo así?—
En ese momento, unas
camionetas negras llegaron al lugar; eran camionetas extrañas, polarisadas y
sin placas, lo único que tenían en lugar de números en las placas era una
estrella de seis puntas, como la estrella que usan los judíos. La niña corrió
asustada hacia la casa, y mis compañeros la resguardaron, mientras se
levantaban y se ponían en una actitud defensiva.
—Buenos días caballeros,
me presento, soy el agente Carter del FBI, buscamos a la niña que corrió hacia
la casa.—
—¿Por qué motivo si se
puede saber?— contesté rápidamente, algo en aquellos
hombres que se bajaron de las camionetas no me agradaba en nada.
—Eso no le incumbe,
soldado.—
—Que tal oficiales—
llega Fred para tratar de apaciguar el ambiente.—Saludos oficial, creo que hay
un malentendido.— Fred me hace una señal de que me fuera hacia la casa con los
demás.
—Debería enseñar a sus
trabajadores a ser más respetuosos con la autoridad.—
decía ese disque oficial mientras me iba, pero mientras lo hacía vi que el
oficial, al dirigir sus manos para acomodarse mejor sus lentes negros, tenía un
anillo plateado, con un símbolo extraño, como un tipo de escuadra con una G en
medio, no distinguí bien.
Rápidamente fui con la
niña, estaba escondida en una esquina, asustada.
—Tranquila, no dejaré que
te hagan daño, ¿no sabes quienes son o porqué te buscan?— la
niña, con los ojos llorosos y asustados me miró y respondió.
—Quieren encontrar la
espada.—
—¿Espada?, ¿qué espada?—
—¡Jack!, ¡ven rápido!—
gritó uno de mis compañeros.
Después de consolar a la
niña, me dirigí con mi equipo. Veiamos la discusión de Fred con el oficial, y
vimos que de las demás camionetas se bajaron otros hombres, con trajes y lentes
negros, portando unas M16.
—No me agrada nada esto.—dijo
uno de mis compañeros.
—¡Fred!, ¡¿todo bien!?—
le grité.
—Si tranquilo, ya
terminamos.—
Fred saludo al oficial en
señal de despedida, pero al caminar, y dar la espalda al agente, éste sacó una
.38 de su espalda, y le disparó a Fred en la nuca, matándolo al momento.
No podíamos creer lo que
estaba pasando, todos sacamos nuestras pistolas, ya que, aunque hagamos de
constructores, somos militares, y vamos armados; y nos pusimos en posición de
defensa del edificio.
Los agentes extraños
empezaron a movilizarse tratando de flanquearnos, así que, abrimos fuego. El
tiroteo empezó, disparos por aquí y por allá, era como estar en Irak una vez
más, tratábamos de detenerlos, pero sabíamos que de un modo u otro nos iban a
superar. Tratábamos de buscar una ruta de escape, para la niña, y para
nosotros, pero uno a uno, nos iban eliminando. Después de un rato, solamente
quedábamos tres.
A lo lejos veía a la
niña, tapándose la cabeza por el ruido del fuego, y solamente veía la imagen de
aquella niña en Irak que no pude salvar. ¡No!, esta vez no lo permitiré.
Tratábamos de dar un fuego de cobertura para poder alejarlos lo más que
pudiéramos; mis compañeros me decían que me cubrían, pero que sacara a la niña
de aquí, pero antes de lograr el plan, los eliminaron con un tiro en la cabeza
a los dos, casi al mismo tiempo.
—¡Es inútil soldado!, ¡entréganos
a la niña y no te haremos nada!— gritaba el agente que
mató a Fred.
Ya no sabía que hacer,
estaba a su merced, ¿una vez más no podré salvarla?, en eso veo que la niña
estaba parada frente a mí, serena, sin miedo ni una gota de lágrima, con una actitud
tranquila y hasta con un toque de felicidad.
—Eres igual a tu padre,
pero mejor, siempre estuviste destinado a superarlo.—
¿Qué?, ya había escuchado
eso antes. En ese momento, empiezo a ver que la niña empieza a crecer y a
cambiar de forma, hasta convertiste en una chica más grande. ¡Era ella!, la
chica del bar. Veo que empieza a mirar, con ojos fríos al cielo, y éste,
empieza a nublarse, como si una tormenta quisiera formarse.
—¿Qué estas haciendo?—
le pregunto a esa extraña chica.
—Estamos solos, solamente
llamo a los refuerzos.—
Es entonces, que el suelo
empieza a temblar, y los árboles de afuera empiezan a moverse, pero no se
mueven como si el viento los quisiera tumbar, se mueven literalmente ellos,
como si quisieran caminar. Los árboles de la calle empiezan a crecer y a tomar
una forma humanoide monstruoso, con una rabia y deseos de devorar a lo que sea
que estuviera a su alcance.
Loa agentes empezaron a
disparar a estas cosas, sin lograr nada. Los árboles aplastaban, despedazaban,
y devoraban a todos los agentes, levantando las camionetas y lanzándolas contra
ellos, como si de una lata de cerveza se tratasen. La carnicería no dura mucho,
hasta que los árboles, retoman su posición, y su forma normal, dejando tras de
sí, una destrucción y derramamiento de sangre en toda la calle.
La chica se dirige hacia
mí, me extiende su mano con una sonrisa, ayudándome a levantarme. No podía
comprender lo que estaba pasando.
—¿Qué esta pasando aquí?,
¿Quién eres tú?— tenía muchas preguntas en mi cabeza, pero
no sabía por donde empezar. La chica, con una sonrisa, simplemente respondió.
—Solamente soy una chica
del lago, llámame Nimue. Es momento de que prestes tus servicios de soldado una
vez más, tu misión acaba de comenzar… Sir Galahad.—
Arepuerto de Nueva York
(JFK)
—Hay, no puedo creer el
calor que hace ahorita. Se me correrá todo el rímel.—
decía una de las recepcionistas de vuelo.
—Últimamente en estos
días han estado pasando cosas raras, ha habido tormentas de arena repentinas y
extrañas en Nueva York, ¿puedes creerlo?—
—Según vi en las
noticias, que puede ser una brisa extraviada de arena del Sahara, hay muchas,
pero generalmente van hacia el amazonas en Brasil.—
respondo a mi compañera tratando de sacármela de encima, viene quejándose desde
hace tres horas.
—Bueno, ahí vienen los de
vuelo.— dijo por fin callándose.
—Buenas tardes señor,
¿disfruto su vuelo?— le digo de forma habitual al primer señor
que se acercó.
—Es la primera vez que
vuelo, nunca he estado en uno de estos aviones.—
responde de manera cortés.
—Bueno, siempre hay una
primera vez, sus papeles por favor.— el señor procede a
dármelos.
—De Berlín, alemán por lo
que veo.—
—De hecho, mi elegido es
austriaco, yo provengo de Kemet, de las tierras del Nilo.—
responde muy serenamente el caballero.
Volteo a verlo, y veo a
un hombre, de estatura, entre media y alta; facciones germánicas, de pelo entre
oscuro y claro, bien cortado, un bigote crecido y grande, y unos ojos azules,
que parecieran que tuvieran luz propia.
—Déjame decirle que árabe
no parece señor.— le respondo de manera amistosa.
—En mi tiempo, los árabes
no dominaban en mi tierra.— contestó el señor.
—Bueno—
ya dejando pasar el momento, que se estaba poniendo extraño.
—Que disfrute su
estadía en los Estados Unidos señor Adolf… emmm ¿Hischter?, ¿lo pronuncié bien?—
—Quise respetar la
identidad corpórea de mi elegido, pero en este tiempo, su nombre no es bien
recibido en el mundo occidental, así que lo cambié un poco.—
el señor procede a tomar sus papeles, y con una sonrisa se despide.
Que extraño sujeto, aunque su rostro me parecía familiar, no sé por qué.
En ese momento, en la
pista de aterrizaje, empezó a nublarse, era una gigantesca tormenta de arena
que venía hacia nosotros. Las bocinas empezaron a sonar, pidiendo a la gente
que se calmara y se alejara de las ventanas. La gente empezó a correr,
alejándose de los puntos de riesgo. A lo lejos veo al extraño señor yéndose,
caminando tranquilamente a la salida a la ciudad, perdiéndose en el pasillo,
mientras todos corren despavoridos. A su lado, se veía su sombra, producto de
la luz que chocaba con él, pero su sombra era extraña, como la de un hombre con
cabeza de algún tipo de perro.
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