9 Heil Baphomet Parte I por Velkan Corvinus

 


Por Velkan Corvinus "el Viejo"


(Primera publicación en la revista "Caput No. 10"; Cuento 39no de la línea principal del Codex Tempesta)


Berlín 1945

 

Nunca creí que las cosas terminaran así en Alemania, pensé que ganaríamos, pero al parecer no fue así. Era un apasionado nacionalista cuando formaba parte de las Juventudes Hitlerianas, y estuve a punto de entrar a las SS, pero los rusos llegaron antes.

 

Me llamaron, a mí y a mis compañeros, a reforzar la defensa de Berlín de la inminente llegada de los rusos. Siempre, mis amigos y yo, añorábamos y deseábamos entrar en combate, ¡ya!, en honor de nuestra nación, pero ahora, estábamos más nerviosos y asustados que gozosos.

 

Estaba a dos semanas de terminar mi servicio en las Juventudes cuando fuimos rápidamente llamados a la acción. Fuimos junto a soldados de la Wehrmacht, algunos SS, y milicianos de la Volkssturm a tomar nuestras posiciones.

 

Mi posición fue en una calle principal en Berlín que daba paso seguro al bunker de nuestro canciller, por lo cual, era indispensable defender esa posición. Estaba con algunos de mis amigos, a otros los mandaron a otros puntos, defendiendo la posición con algunos oficiales jóvenes de la Wehrmacht que habían quedado en la capital. Dentro del miedo, estábamos emocionados, estábamos defendiendo a nuestro führer, al mismo Adolf Hitler, pero lo que no nos imaginábamos era el infierno que se avecinaba.

 

Fue una lucha intensa por todos lados, los rusos empezaron a salir por todos lados, no sabíamos que hacer, hubo momentos en que estábamos más tiempo escondidos que disparando, si es que “estábamos disparando”. Durante lapsos del combate, los rusos mataron a nuestros oficiales en nuestra posición, haciendo que entráramos en pánico y corrimos huyendo de ellos.

 

Decían que las SS estaban ejecutando a los combatientes alemanes que huyeran del combate, lo cual nos dio terror, ya no sabíamos de quienes huir, si de los rusos o de nuestros compatriotas. En las Juventudes nos enseñaron sobre el honor del guerrero, la lealtad a la bandera, el coraje en el combate, pero ya viviéndolo en carne propia, en lo que más pensaba, es estar en casa con mi familia.

 

Los rusos lograron entrar a Berlín, la noticia que caló más en los ánimos de los berlineses defensores, fue la noticia de que el führer había muerto. Al escuchar esa noticia, supe ahora sí que la derrota ya estaba aquí. Aun así, varios alemanes decidieron seguir luchando, a mí me reclutaron en una fuerza de resistencia llamada Werwolf, que era más una guerrilla que se dedicaba a atacar a las fuerzas aliadas, causar el mayor daño posible que se pudiera. Había escuchado que los rusos estaban masacrando y violando a mujeres alemanas de las formas más horribles que se pudiera imaginar, al escuchar esos rumores no deje de pensar en mi madre y mis dos hermanas, ¿Dónde están?, ¿lograron huir de la ciudad?, mi mente tenía mil preguntas, pero lo que si sabía es que mientras yo luchara, había una oportunidad de poder salvarlas, estén donde estén.

 

Después de algunas cuantas escaramuzas, nos encontramos a un pequeño grupo de soldados de la Wehrmacht, con pocos miembros de las SS, mostrando resistencia al tratar de sacar a tres muchachas alemanas que iban a ser presa de soviéticos furiosos. Al ayudarlos y eliminar a esa escuadrilla de rusos, uno de los soldados de la Wehrmacht, un capitán, nos mencionó que tenía la orden de juntar a alemanes combatientes a un sitio secreto a las afueras de Berlín; nosotros no teníamos idea de lo que estaba hablando.

 

Al preguntar quien dio la orden, el capitán mencionó que eran órdenes del Reichstag, los que sobrevivieron y huyeron del bunker de Hitler después de que llegaran los rusos. No teníamos idea de que pensar, según los rumores, los altos mandos dentro del bunker habían muerto, pero al parecer algunos sobrevivieron.

 

Entre las ruinas de un Berlín, que solo hace unos días, se mostraba imponente, ahora solamente era un cadáver esperando a su destino. Entre los escombros, ocultándonos de los patrullajes de los rusos que cazaban a civiles alemanes escondidos, nos hicimos paso hacia nuestro objetivo. En el camino vimos escenas horrendas, pero no como la escena que me quedaría marcada en la memoria por un buen tiempo. Mientras íbamos de salida de Berlín, en una esquina, vi el cuerpo desnudo de una joven mujer berlinesa, entre 18 y 20 años, con heridas bayoneta; estaba acostada en la cera, con las manos amarradas con un trozo de tela a un poste; su expresión era ida, con la boca llena de sangre seca y una mirada que se veía el azul de sus ojos apagado; su pelo rubio estaba manchado con el polvo de los escombros además de sangre; su cuerpo tenía manchas de sangre y suciedad, y sus piernas estaban abiertas, y donde están situados sus genitales, solamente se veía sangre de una manera grotesca, al parecer la violaron tan agresivamente y tan repetidamente que su vagina y útero se desgarraron causando una hemorragia; lo que nunca sabremos es si su muerte fue por violación o por el apuñalamiento tan agresivo que se veía en su pecho.

 

¿Qué clase se hombres harían esto?— menciono uno de mis compañeros de la Werwolf.

 

¿Hombres?, no, monstruos.— respondió el capitán de la Wehrmacht, quien nos guiaba hacia el lugar objetivo.

 

A casi salir de Berlín, llegamos a un edificio todavía en pie, sin muchos daños, entrando en él rápidamente sin hacer mucho ruido al entrar. Estábamos todos con nuestras armas listas para un posible enfrentamiento. Íbamos descendiendo a un sótano secreto que estaba oculto detrás de un reloj de péndulo, al entrar había una puerta que daba a una habitación que se veía alumbrada y con ruidos adentro. La puerta empezó a abrirse, nosotros apuntamos nuestras Geweher 43, Kar 98k y nuestras MP 40 a la puerta, hasta que vimos a un oficial de las SS dándonos la señal de que era un lugar seguro; bajamos nuestras armas y entramos a la habitación.

 

La habitación parecía de un noble del siglo renacentista, tocados de madera estilo barroco, figuras de porcelana, varias paredes con pinturas y libros, escaleras de caracol que guiaban a una parte alta de la habitación, una mesa redonda en el centro con grabados de espadas en ella, y al fondo una gran puerta que conducía a otro sitio.

 

En el lugar había otros soldados de la Wehrmacht y algunos miembros de las SS reunidos en el lugar. Observamos alrededor de la habitación y vimos que a nuestra derecha había otra puerta, que estaba abierta, y daba a otra habitación iluminada, pero no podíamos ver quienes estaban ahí.

 

De la habitación salieron dos personas; uno de ellos era un británico con un traje de estilo, o mezcla, entre un traje normal de caballero británico y un traje antiguo de la época renacentista; la otra persona era una niña pequeña de pelo negro, muy negro, y lacio, llevaba un vestido negro con rojo carmesí. No entendía por qué ellos dos estaban aquí, ¿un británico?, se supone que eran nuestros enemigos, ¿no?, y, ¿Qué hace una niña aquí en esta reunión secreta?, lo que más resaltaba en ellos eran su piel blanca, muy blanca, y unos ojos azules profundos que pareciera que tuvieran luz propia.

 

Después de que saliera el extraño par de la habitación contigua, un par de oficiales de las SS salieron de la habitación, en formación como si estuvieran a punto de escoltar a alguien, ninguno estaba preparado para ver lo que sucedería después.

 

De la habitación apareció el führer, Adolf Hitler, estaba vivo. Al momento de aparecer en escena, todos en la habitación, incluyendo nosotros, tomamos la posición de firmes, golpeando los tacones de las botas, y levantando el brazo en alto exclamamos: ¡Heil Hitler!

 

El führer estaba ido en sus pensamientos, pero tuvo la suficiente conciencia de levantar su mano en respuesta a nuestro saludo. El führer, y el par misterioso, fueron a la mesa redonda en el centro de la habitación principal, y todos en la habitación nos apresuramos en tomar nuestro lugar en ella o cerca de ella. El führer y los extraños no se sentaron, pero sí estuvieron en la mesa, la niña por su parte empezó a caminar, a curiosear en la habitación, como una niña que busca la forma de entretenerse lejos de las discusiones de adulto.

 

Hice lo que la Señora Oscura ordenó desde que me encontró ese día, lo que no entiendo es, ¿porqué ansiaba mi derrota?, ¿no era más lógico que yo ganara?— Hitler habló, mirando fijamente el centro de la mesa, pero viendo su reacción, sabíamos que esas palabras no eran para nosotros, sino para el extraño británico.

 

Tu derrota era tan fundamental como tu victoria anterior, la Madre Oscura necesitaba tu ascensión y caída para comenzar con la voluntad del Padre— el extraño británico hablo, con un perfecto alemán, aunque con un ligero toque de acento inglés en sus palabras.

 

Aunque todos estábamos atentos en la conversación, sabíamos que la conversación no era para nosotros, pero aun así no podíamos perdernos de lo que estaban hablando, aunque nadie sabía de lo que estaban hablando.

 

Ya que están todos aquí presentes permítanme presentarme, soy Sir Adler Van der Morvant, el canciller y yo los hemos convocado aquí, los combatientes activos sobrevivientes de Berlín, para una misión de suma importancia para el futuro, no solo de Alemania y Europa, sino del mundo mismo. —

 

Lo que decía el británico no tenía sentido para mí y mis compañeros, pero si lo decía él, y más con Hitler aquí presente después de la derrota mundial de Alemania, en un Berlín en ruinas, esta nueva misión pareciera mucho más importante y de más trascendencia que la guerra misma.

 

Se le ordenó a Himmler completar la terea de recuperar un objeto custodiado en el Tíbet y traerlo de manera segura y confidencial a Alemania. El contacto con el objeto lo tendría Himmler en una ubicación secreta en Hungría, con frontera con Rumanía, pero perdimos comunicación con Himmler y sus hombres. Creemos que fue capturado por los rusos junto con el paquete, la misión es recuperarlos…— dijo Hitler.

 

—Sólo el objeto.— interrumpió rápidamente el británico la explicación del führer.

 

El führer miró al británico y respondió:

 

¿Himmler está muerto verdad?— el británico asintió con la cabeza con una expresión serena y tranquila.

 

El objeto a recuperar es un espejo antiguo, la misión es ir a Hungría y recuperar el espejo de los rusos.—

 

—¿Cuál es el plan de entrada?, los rusos están por todos lados y somos pocos hombres en esta habitación para una misión de esa magnitud, y con el Reich caído, no tenemos recursos suficientes para iniciar un ataque sin refuerzos, además, no sabemos quiénes son los que eliminaron a Himmler y a sus hombres, por como suena, son de un poder superior al nuestro. — respondió el capitán de la Wehrmacht que nos encontró en las ruinas de Berlín.

 

—El agente soviético que tiene el espejo es Guénrij Grigórievich Yagoda, antiguo jefe de la policía secreta rusa y actual jefe de una división oculta y secreta del ejército rojo, él y sus hombres tienen el espejo y también están esperando a un contacto para recogerlo, nuestra misión es recuperar el espejo antes de que eso ocurra.— respondió el británico.

 

¿Yagoda?, se supone que había muerto en 1938 por órdenes de Stalin— respondió Hitler a la respuesta de Sir Adler.

 

Y también se supone que usted se suicidó en su bunker el mes pasado. Ellos al igual que nuestra Señora tienen su agenda secreta, y a sus agentes también.— responde Sir Adler a Hitler en un tono cortés y educado.

 

—Se que es tonto preguntar dada la situación, pero, ¿tenemos alguna ayuda externa, como un informante o algo?— pregunta un sargento de la Werwolf que no era de mi unidad.

 

Tenemos un contacto que nos ayudará en Hungría cuando lleguemos allí, su nombre será Sr. Wallachia. Él nos ha estado dando información de la ubicación de los rusos, de Yagoda y del espejo, gracias a él sabemos cuántos hombres y en que preciso lugar está el objeto.—  responde Adler sereno y educadamente.

 

Dicho esto, uno de los oficiales de las SS trae un mapa de los Balcanes para armar una estrategia de llegada entre todos los de la habitación, Hitler y Sir Adler estaban atentos en lo que los oficiales presentes estaban señalando.

 

De pronto sentí un tirón en mi manga derecha, como si alguien me jalara de manera suave, cuando volteé, vi que era la niña.

 

¿Me puede ayudar?— me pregunta la niña de forma muy linda.

 

Yo asentí y fui con ella; lo que la niña quería era una muñeca que estaba sentada en un piso de un librero en donde ella no podía alcanzarla. Se la bajé y se la di, a lo cual la niña la abrazó con aprecio y me agradeció.

 

¿Cómo te llamas?— le pregunté a la niña con curiosidad de saber quién era realmente y porque estaba aquí.

 

—Ágata— me respondió de forma linda y educada.

 

¿Sir Adler es tu papá?—

 

—No, él y yo somos hijos de nuestra Señora, estamos aquí para cumplir su voluntad.— respondió la niña de forma tranquila mientras se entretenía limpiando la cara de la muñeca.

 

¿Señora?, recuerdo que al inicio de la conversación en la mesa, Hitler y Sir Adler tuvieron una conversación muy críptica de una Madre Oscura y una Señora, ¿serán la misma?

 

Oye, ¿quién es esa Señora de la que tanto hablan, si se puede saber?—

 

En eso la niña deja de prestar atención a la muñeca y voltea a mirarme fijamente con sus extraños ojos azules y una sonrisa tranquila.

 

Ya lo sabrás, tu misión no terminará aquí Parzival.—

 

¿Parzival?, ¿por qué me llamas as…—

 

—Muy bien, listos los preparativos prepárense, saldremos al amanecer.— exclama Sir Adler interrumpiendo mi duda con la niña.

 

Aun con este plan, no tenemos la fuerza ni el número para realizar esa misión, y no creo que “el Sr. Wallachia” tenga un ejército de apoyo que pueda prestarnos.— habla el capitán de la Wehrmacht aún incómodo con el proceder de la misión.

 

No se preocupe capitán, tenemos a los hombres indicados que nos ayudarán en esta campaña… y al hombre que los guiará. — al responder Sir Adler, a la inquietud del capitán, vemos como las grandes puertas de madera de la habitación del fondo se abren dejando ver a quienes acababan de llegar.

 

De esa habitación entraron varios hombres de las SS, pero con una apariencia diferente a los soldados comunes de las SS. Estos hombres se veían agresivos y de facciones duras y toscas, armados, cuyas armas parecieran que fueron disparadas recientemente; sus uniformes estaban algo maltratados, sucios y desgastados, en algunos tenían manchas de sangre seca; algunos tenían cicatrices en la cara, además de que a algunos se les podían ver tatuajes ocultos que se asomaban en las partes rotas de su uniforme, parecieran exconvictos que se vistieron con uniformes de las SS.

 

Los soldados y oficiales que estaban en la habitación al inicio se mostraron sorprendidos, otros parecían un tanto molestos, como cuando te dan una sorpresa que no es de tu agrado. Hitler parecía asombrado, pero se podía ver en su rostro que no le agradaba lo que estaba viendo.

 

Mientras todos estaban desconcertados con la entrada de estos hombres, escuche, de forma casi silenciosa pero clara, las palabras de Ágata, mientras se volteaba a mirarme:

 

Para matar monstruos, necesitas monstruos.—

 

De entre los hombres recién llegados salió uno, el cual, hizo que varios de los oficiales de la habitación mostraran sorpresa con un toque de desagrado, otros incluso mostraron un cierto grado de temor y miedo.

 

El hombre se postró frente a todos, con una mirada algo siniestra, por no decir inquietantemente monstruosa, la cual heló la sangre de algunos, en especial de mis compañeros de la Werwolf. En ese instante, Sir Adler se acercó hacia él, y al ponerse frente a él a una distancia considerable, le sonrió.

 

Sea bienvenido, comandante Dirlewanger—

 

Al terminar Sir Adler de expresar el recibimiento, el hombre se puso rápidamente en posición de firmes, golpeando los tacones de las botas, alzó su brazo y exclamó:

 

¡Heil Baphomet!—





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