12 Hijo de Qayin: Sangre de la Traición Parte I por Velkan Corvinus
Por Velkan Corvinus "el Viejo"
(Primera publicación en la revista "Caput No. 15"; Cuento 11vo de la línea principal del Codex Tempesta)
Estamos en un baldío, a
las afueras de la ciudad, a punto de ejecutar a unos policías corruptos
implicados en la red de tráfico de Wonderland. Los atrajimos a un punto, con
dos de nuestros camaradas que fueron la carnada, tras nuestro club ser
boletinados como forajidos por la ley de la ciudad.
—¿¡Tienen idea de los
problemas que van a tener!?, ¿somos policías, no pueden matarnos!?— decía
uno de los oficiales hincado y atado junto con los demás mientras Wild Jack
preparaba la colt.
—Los sabemos, y no nos
importa; no se preocupe oficial, usted no será el único, le enviaremos amigos
allá al infierno.— le respondía Jack, con un tono burlesco compasivo
mientras se ponía en posición, apuntando a su cabeza, listo para respirar.
—Tú dices Marcus, ¿lo
hago?—
Con ese comentario volví
a entrar en sí, lejos de mis pensamientos. Me dirigí hacia el oficial
principal, para tratar de buscar respuestas.
—Dime todo lo que
sepas sobre la red, ya sean nombres, involucrados, lo que sea, y trataré de que
seas perdonado.— El oficial simplemente me escupió en la cara, mostrando
una cara de disgusto repulsión hacia mí.
Me levanté, dando la
señal a Jack para iniciar con la ejecución.
—Requiescat in Pace—
exclamó Jack mientras le disparaba en la cabeza a cada uno de los policías que
estaban hincados.
—¿Requiescat in Pace?,
¿es en serio Jack?— comentaba Serge de manera algo burlesca.
—No lo sé, me pareció
que sonaría genial en un momento como éstos.— respondía Jack, mientras
limpiaba su colt y se preparaba para montar su Harley junto con los demás.
Yo simplemente me quedaba
observando los cuerpos de los policías, mientras otros compañeros los apilaban
para rociarlos con gasolina y hacer una hoguera con ellos.
—¿Estás bien Marcus?,
desde que esa mujer nos llamó para hacer sus trabajos y tomarte como su
emisario te has comportado extraño.— preguntó Serge con un tono de
preocupación.
Como siempre le respondí
que estaba bien y solamente estaba algo cansado.
Al final de hacer
nuestras tareas, nos dirigimos a un bar a las periferias de la ciudad, ya que
no podíamos estar tan cerca de ella ya que nos buscaban. Al llegar, varios
sabían quienes éramos, pero no nos vieron como criminales, sino como héroes.
El bar se puso de fiesta
por la llegada de los Black Knights al lugar, los justicieros de California.
Varias rondas de bebidas fueron gratis para nosotros, y varios se querían unir
a nuestras filas, en el furor de nuestra llegada; también nos mencionaban que
al parecer, iba a iniciar un levantamiento en contra del alcalde de la ciudad,
por parte de grupos extremistas de las escuelas y de la Universidad, como de la
total de la población que ya estaban hartos.
Yo al escuchar dichas
noticias, no pude evitar sumirme en mis pensamientos. Ya había pasado un tiempo
desde mi extraño encuentra con Sophia, y su iniciación, (la cual debo admitir
que disfrute mucho), esa extraña experiencia me desbloqueó algo oculto que
tenía en mí, mostrándome un camino y una especie de misión, pero aún sentía que
faltaba algo más en mí para poder entender, algo necesario, ¿quién soy
realmente?
Mordred, es el nombre con
el que me llamó Sophia; ese nombre lo investigué y está relacionado a los
cuentos del Rey Arturo y esas cosas para niños o lo que sea que fuera eso, ¿Qué
tiene que ver eso conmigo?, ¿soy un caballero o es mi nombre clave en algún
tipo de culto? Lo que vi esa vez sé que fue real, es algo muy fuerte esa
visión, pero siento que el desconocimiento de quien soy yo, y mi necesidad de
saber lo que soy, impiden que pueda entender esa visión que tuve con Sophia
aquella vez en la cama.
Mientras estaba en una
mesa en solitario, con todo el estruendo festivo del bar detrás de mí, Jack,
algo ebrio, se acerca hacia mí, tratando de formular algunas palabras.
—Oye, ¿ya viste a la
nena de ahí en la esquina?, no ha parado de observarte en toda la noche,
¿deberías acercarte?—
Vi a la esquina que Jack
mencionaba y sí, había una chica muy atractiva a la esquina del lugar, bebiendo
una naranjada.
Era de piel blanca, pero
no tan blanca, un poquito bronceada podría decirse, del tipo de chica
mediterránea como española o algo así; sus ojos eran de un color verde
amielados, con un brillo atrayente; su cabello era lacio y castaño, con algunos
tintes de rubio; y su sonrisa era un tanto rojiza, con unos dientitos coquetos
para una chica.
Aunque si me llamo la
atención, tenía cosas en la cabeza más importantes que andar de don juan en
cualquier lado.
Jack al ver mi
desaprobación, se retiró con un gesto de “que idiota eres, está en bandeja de
plata”, pero no, gracias, tengo cosas más importantes en lo que debo ocupar mi
cabeza, no en amoríos pasajeros.
En ese instante, mientras
me perdía en mi cabeza, veo que la chica se levanta de su lugar tomando su vaso,
camina hacia mí con una sonrisa y mirada seductora hasta sentarse enfrente de
mí.
—¿Y bien?, ¿me darás
una buena razón del porqué no te acercaste?, ¿o te inventarás una excusa del
porqué estoy fuera de tu liga?— pregunta la chica con un tono seductor y
confrontativo.
—Para nada señorita,
solamente no estoy de humor en estos momentos. Atrás mío hay muchos que les
encantaría conocerte, que te diviertas.— corto de manera educada el reto de
la muchacha.
Ella al escuchar esto,
pela un poco los ojos, sorprendida de un rechazo que se puede ver de lejos, no
es común recibir para ella, pero que le encantó recibirlo.
—¿Cuál es tu nombre
guapo?— pregunta más interesada en mí que hace unos minutos.
—Marcus, Marcus
Redfield.—
—Muy bien, maaarcus,
yo me llamo Leonore.— responde la chica acercando la mano para estrechar el
saludo, a lo cual concepto cortésmente.
—Y dime Marcus, ¿Qué
te trae por aquí?, supe que eres de esa banda de motociclistas que anda de
criminales por allí y por allá.— comenta Leonore de una manera retadora y
juguetona.
—No deberías creer
todo lo que escuchas, las ovejas siempre le creen al pastor que los explota.—
Leonore lanza una pequeña risa, mientras me muestra su cuello en señal de
cortejo.
—Muy bien, ¿te
gustaría ir a un lugar un poco más privado?— pregunta Leonore, mientras con
su dedo acaricia mi muñeca, lanzándome miradas que podría calificar como un
poco provocativas.
Estuve a punto de decir
que no, pero, siguiendo consejos de mis compañeros de relajarme un poco, decidí
aceptar su oferta, y la seguí afuera del bar.
Estuvimos caminando unas
cuantas cuadras hasta llegar a una casa abandonada, un poco lejos del bar, a
penas y se escuchaban el ruido de la fiesta. Al llegar a la casa, sentí un poco
de inconformidad, como si algo no anduviera bien, pero Leonore insistía,
diciéndome que había una habitación excelente para pasarla agradable. Nada de
lo que decía y veía tenía sentido alguno, pero algo en mi interior me hacía
avanzar adentro, una sensación parecida a lo que sentí con Sophia, pero esta
vez con Leonore, ¿será acaso una señal?
Al entrar, era una casa
completamente abandonada; cristales rotos, paredes rasgadas, cortinas raídas,
polvo y mucha suciedad; no veía que hacíamos aquí.
—¿Por qué tengo la
ligera sensación de que es una trampa?— pregunto con un tono burlesco con
curiosidad de la respuesta.
—Mmmm, porque lo es,
guapo.—
Al responder Leonore, veo
que su cara cambia. Sus ojos cambian a un color rojo carmesí, brillantes como
con luz propia, y de su boca, empiezo a observar que empiezan a sobresalir de
sus labios, dos colmillos amenazantes hacia mí.
—¡Oh Mierda!—
Empiezo a correr lejos de
ella lo más rápido posible; no sabía hacia donde ir, la casa era muy grande y
no recordaba donde estaba la salida o la entrada. En cada habitación o sala que
entraba, la encontraba a ella, con un aspecto amenazante persiguiéndome
rápidamente para atacarme.
En un pasillo, a lo
lejos, vi la salida; al tratar de correr lo más rápido posible hacia ella,
creyendo que saldría de aquí rápidamente, esa creencia se esfumó cuando Leonore
se apareció en un abrir y cerrar de ojos frene a mí, y con su mano, me golpeo
tan fuerte que salí volando hacia la pared más cercana, atravesándola y cayendo
muy adolorido.
El golpe me había
sofocado tanto que no podía respirar, sentía un fuerte dolor en mis costados,
seguramente tendría varias costillas rotas. En eso, Leonore entra tranquilamente
al cuarto donde había caído, con una sonrisa seductora dirigiéndose hacia mí.
—¿Qué quieres de mí?,
seas lo que seas tú.— pregunté con dificultad y esfuerzo en pronunciar esas
palabras.
—Aaay Marcus, es una
pena matar a alguien tan guapo y lindo como tú, pero necesito alimentarme, y
esta es la forma más sencilla de atraer a mis presas, los hombre siempre caen
ante la chica linda del bar.—
Leonore estaba a punto de
acercarse, hasta que del fondo de mi ser, saqué fuerzas para lanzarle tierra a
los ojos y tratar de correr, pero fue inútil. Leonor me tomó como muñeco de
trapo, me levantó, hasta que mi cara estuviera frente a la suya, y con una
mirada de hambre, mostrando sus colmillos vampíricos, miró el costado izquierdo
de mi cuello.
—Te prometo que
morirás rápido.—
Leonore, rápidamente, me
dio una mordida en mi cuello, succionando y bebiendo poco a poco mi sangre,
mientras luchaba por alejarla, pero era inútil. Perdía mis fuerzas con cada
succión que Leonore me hacía, hasta que empecé a ver borroso, y después negro,
¿así terminará mi vida?
Marcus, de forma súbita,
se enderezó fuertemente, exaltando a Leonore por tan súbito cambio. Marcus, con
una fuerza inusual, logró quitarse a Leonore, y tomándola del cuello la alejó
mientras la alzaba por el suelo, impidiendo que sus pies tocaran el piso.
—Asquerosa
sanguijuela.— exclamo Marcus con una voz muy fuerte, potente, como si fuera
la voz de un hombre mayor muy grande de tamaño.
Leonore se estaba
ahogando con el apretón que le estaba dando Marcus en el cuello, y aún con su
fuerza sobrehumana, era incapaz de zafarse; era como si un gorila tomara del
cuello a un ratón, era imposible que se soltara.
Leonore, con su cara
mostrando miedo y preocupación, observa que la herida del cuello de Marcus
cicatriza de forma rápida y asombrosa, además de que ve en Marcus algo
diferente; Marcus permanecía igual, pero pareciera que otra persona estuviera
en su cuerpo. El semblante de Marcus era estoico, de alguien que con su simple
presencia, haría que lobos y leones se arrodillaran ante él; sus ojos habían
cambiado de color a un rojo carmesí, como los de Leonore, pero más intenso y
luminosos, además de que pareciera que de sus ojos, emanara una casi
imperceptible niebla rojiza que se difuminaba en el aire cerca de su mirada.
Marcos lanzo fuerte y
bruscamente a Leonor al suelo, tocando con la parece del cuarto, ocasionando
que la pared se cuarteara, cayendo varios pedazos al suelo, y el piso donde
cayó, quedo quebrado y sumido por la fuerza en que Marcos azotó a la vampira al
suelo.
Leonore, asustada, se
arrinconó lo más que pudo a la pared, acercando sus piernas hacia ella,
teniendo sus rodillas a la altura de su mentón, abrazándolas, y mientras
temblaba de pánico y temor, exudando lágrimas de miedo de sus ojos, y su
mandíbula, castañeando por el terror que sacudía su cuerpo, observó fijamente a
Marcus.
—¿Es que acaso tú,
parásito, no puede reconocer a tu rey?— preguntó Marcos con esa voz
atronadora, fuerte y sobrenatural que emanaba de su boca.
Leonore, al temblar por
la voz, que le incitaba a tener miedo, pudo ver, aunque sea un instante, la
fuerza que lo acompañaba.
Casi como si fuera un
espejismo, pudo ver la figura de un hombre gigantesco, ataviado con una enorme
armadura negra, cubriendo la figura de Marcus, y en su cabeza, había un halo
oscuro, con doce rayos que lo coronaban.
—¡Mierda!—
Volví en si otra vez,
¿Qué fue lo que ocurrió?
Al recorar el momento en
que Leonore me atacó, rápidamente revise mi cueyo, pero algo parecía extraño,
pues ya no tenía la herida, ¿si me había mordido, o no?
Casi al instante, me
percato de Leonore en frente de mí. Estaba con su ropa rasgada, como si alguien
la hubiera lastimado, pero lo que más me conmocionó, fue su mirada de miedo
hacia mí, y sus reflejos de querer apartarse lo más que pudiera de mi persona.
Estaba en posición fetal, abrazándose a si misma, temblando, con una mirada de
terror hacia conmigo.
De repente, rápidamente
se postro frente a mí, con su frente tocando el suelo en frente mía, en
posición de sumisión o alabanza.
—Perdóneme majestad,
le ruego por lo que más quiera que me perdone, no sabía que era usted, le
suplico misericordia, se lo ruego.— decía Leonore de forma acelerada,
agitada, y con voz entrecortada por el miedo que le quería impedir que hablara.
Sin saber realmente lo
que estaba pasando, pregunté a la asustada vampira.
—Oookey, no tengo idea
de lo que acaba de pasar, pero cada día se me hace menos extraño este tipo de
situaciones.—
—La profecía mencionaba
de su regreso mi señor, debo llevarlo frente al Señor de la Noche, ¿si me concede
su perdón y grandísima misericordia?— menciona Leonore, aún en
el suelo y mirando hacia arriba a mis ojos.
De alguna manera, sentí
pena por el estado en que se encontraba Leonore, así que me acerqué para
ayudarla a levantarse. Mientras me acercaba, Leonore, rápidamente bajo la
mirada, cerró los ojos, emitió un leve chirrido y empezó a llorar. ¿No se
supone que yo debería ser el que se muriera de miedo?
Bajé hacia con ella, levanté
su rostro para que pudiera mirarme.
—Mira, no se si esto
sirva, pero te perdono, sea lo que sea que haya pasado; se que no fue tu culpa,
simplemente es tu naturaleza, creo.—
Leonore, con su cara de
sorprendida, seca sus lágrimas, y me ofrece una sonrisa tierna, mientras besa
mis manos como en señal de agradecimiento.
Después de ayudarla a
levantarse, procedí a tratar de irme del lugar, hasta que Leonore, rápidamente
objetó.
—¡Espera, debo
llevarte con el Señor de la Noche!— exclamó Leonore, intentando evitar que
me fuera del lugar.
—¿Señor de la Noche?,
lo siento, pero creo que es suficiente noche por esta noche.—
—¡Es por la profecía!,
debo llevar al futuro monarca con uno de los siete señores, sólo cuando el
campeón de Sophia sea revelado.—
¿Sophia?, ¿conocen a
Sophia?, tal vez deba hacer lo que ella dice.
—Llévame con tu Señor.—
Leonore, de forma
emocionada y dispuesta, me lleva afuera de la casa, jalándome de la mano, hasta
un cementero abandonado, de donde sobre sale, una cripta abierta que da hacia
el fondo.
Al bajar llegamos a un
pasillo oscuro, del cual no podía ver nada, pero al parecer Leonore sí.
Llegamos a una cueva gigantesca y subterránea, de la cual podía ver muy poco
por unas cuantas velas que estaban distribuidas por el lugar.
—Padre, el futuro rey ha
llegado.— dice Leonore hacia un vacío oscuro de la cueva.
Entonces, antorchas
empiezan a encenderse por el lugar, y observo que no estaba solo, había cientos
de personas en el lugar observándome, mirándome, todos vestidos con ropas
antiguas, pero no iguales; otros con ropas actuales, pero no tan cuidadas, pero
el que más me llamó la atención, fue el llamado “Padre”.
Un hombre salió de la
oscuridad; llevaba un atuendo antiguo, como renacentista, negro con rojo;
llevaba una capa negra que cubría sus hombros, y su cara parecía la de un
mosquetero tenebroso, como un Drácula seductor, con su bigote y barba de
mentón, parecía el Drácula de esa serie de videojuegos que les llamaba la
atención a los niños.
El hombre saludó y abrazó
a Leonore, para después, dirigir una mirada fuerte y penetrante hacia mí. Se
acercó lentamente, como un león que estaba a punto de atacar, cuando se puso
frente a mí, vi que realmente era alguien muy alto.
—Sir Mordred,
Caballero de la Traición.— mencionó
el extraño hombre mientras me observaba.
Me miró y después sonrió,
mostrando sus colmillos; acto posterior, me abrazó, como si fuera alguien que
el conociera y no había visto hace mucho tiempo.
—Cuanto tiempo sin
verte viejo amigo.—
Estaba confundido, ¿me
conocía?, o, ¿conocía quién era Mordred?
—Me gustaría poder
responderte de la misma forma, pero no tengo idea de quién seas o lo que tú
seas.—
El hombre se alejó de mí,
aún con una sonrisa fraternal y me miró de forma amable.
—Lo sé, no te
preocupes hermano, prometo que lo recordarás poco a poco.—
Asentí sin entender
completamente de a lo que se refería.
—Me presento, he
tenido muchos nombres a lo largo de los siglos, pero puedes llamarme Lucius,
así es como me conociste en Britania hace tantos años. Ellas son mis hijas—
menciona mientras señala a tres chicas a su costado izquierdo — ella es
Carmilla, la menor; Marishka, la de en medio; y supongo que ya conociste a mi
hija mayor, Leonore, cuya presentación no fue muy adecuada — mencionaba
mientras le daba una mirada de enojo y desaprobación a Leonore, mientras ella
se encogía de hombros con vergüenza.
—Somos del clan de
vampiros, los últimos que quedan en el mundo, al menos, los únicos organizados
que hay, exceptuando ciertos grupos. Bienvenido al Templo de Lilith, la madre
de los vampiros, majestad.—
Dicho esto, Lucius, sus hijas,
y los vampiros del lugar, se arrodillaron en dirección mío, como si fuera un
rey, como lo dijeron.
—Conque Templo de
Lilith, ¿la esposa de Adán?— pregunto para romper esa incomodidad de sentir
que no tengo idea de nada pero los demás sí.
—Exactamente, todos
los vampiros venimos de ella, junto con los dos otros linajes que conocerás más
adelante. Lilith es la hija pura y directa de Sophia, hija del Padre del
Abismo.—
—Espera, ¿Sophia?,
¿ustedes la conocen?— Lucius sonríe al escuchar esto.
—Así es, es de ella la
profecía de tu llegada; ella te abriría las puertas hacia un nuevo mundo que tu
desconocías, y con nosotros, te ayudaríamos a recordar quién eres tú.—
Lucius posó su mano en mi
espalda, como señal de que lo acompañara a un altar de piedra que había en el
centro de la cueva.
Era un altar de piedra
gris, parecía cantera, pero tallada bruscamente. En el altar, había un trozo de
cráneo, que funcionaba como plato para un líquido negro que éste contenía. El
cráneo reposaba en una pequeña estatua de mármol, algo deteriorada, de una
mujer desnuda, sentada en flor de loto; y en el centro de sus pies, reposaba el
trozo de cráneo, esperando a ser tomado.
—Esta es la sangre del
primer guerrero traicionero, hijo del Padre de la Rebelión. Esta sangre te
ayudará a recordar quién eres en verdad.—
No se veía nada atractivo
beber sangre extraña puesta en el pedazo de un muerto, pero mi curiosidad y
deseos de satisfacer las dudas que empezaron a surgir en mi últimamente me
impulsó a hacerlo.
Tomé con mis dos manos el
cráneo, y empecé a beber el líquido como si fuer sopa de un plato. Fue entonces
que empecé a sentir lo mismo que sentí cuando me acosté con Sophia; el mundo se
nubló, todo se volvió oscuro, y es entonces que empecé a escuchar una voz en mi
conciencia, muy conocida, ¡era Sophia!
—Despierta Caballero,
debes recordar quien eres en verdad, Marcus. Se que es difícil, enfócate en mi
y concéntrate; lo verás toco más claro pronto, te lo prometo.
Estuviste peleando en la
última gran batalla de Britania, cuando los adversarios del Rey Arturo
marchaban a tu lado en contra del falso monarca. Cometiste los actos más
espantosos para cumplir con tu destino.
¿Recuerdas la tierra
temblar?, ¿Puedes recordar la reunión de terribles ejércitos? Viste Camelot
arder, y observar el poder de la maga destrozar el mundo. Lideraste a
caballeros y monstruos en una tormenta mortífera de furia y sangre. Destruiste
a los Ángeles del Sol y a las Damas del Invierno.
Asesinaste al Rey Arturo,
y con su último suspiro, el terminó matándote a ti también; ambos murieron… y
aún así… ambos todavía viven.
La guerra que has
desatado es algo que no se puede detener ya. La ola de locura, dolor y
violencia nos tragará a todos. Te he llamado de vuelta, mi perfecto caballero,
para que termines esta pesadilla, para que termines la guerra que quedó
inconclusa ya desde el inicio de los tiempos. Te necesito para que vayas a una
misión, cuya misión es tu destino por derecho y linaje.
Quiero que termines lo
que has comenzado. Que termines de completar la caída del demiurgo. Mata al Rey
Arturo, y en lo que sea que se haya convertido él. Ese es, y siempre a sido, tu
destino, Rey Mordred… hijo… de Qayin.—
De golpe súbito, después
de visiones de castillos, monstruos y batallas, volví de vuelta a mi ser
completamente, ahora sabía quién era yo, y el destino que debía cumplir.
—Ahora sabes quién
eres tú— decía Lucius mientras me retiraba el cuenco —llegó el momento…
los vientos soplan en favor del adversario del creador…es momento de desatar la
Tempestad.—
Y con un saludo antiguo,
inclinando su cabeza hacia conmigo, termina diciendo el Señor de la Noche.
—Bienvenido devuelta…
Sir Mordred, futuro rey, Caballero de la Traición… hijo… de Qayin.—
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