6 Despierta Caballero por Velkan Corvinus
Por Velkan Corvinus "el Viejo"
(Primera publicación en la revista "Acephale No. 10"; Cuento 6to de la línea principal del Codex Tempesta)
Ya no recuerdo cuando fue
mi última cerveza buena que tomé después de mi aceptación en el club. Una vez
más estoy con mi club en el bar “La Dama Roja” de la ciudad. Soy de los
prospectos más jóvenes del club en ascender tan alto en la banda, aunque no el
primero en toda la historia de esta pandilla.
Parece que fue solamente
ayer que fui acogido por Serge, mi mentor. Tenía una vida muy descarrilada,
drogas, alcohol, lo común en un adolescente a cuyos padres no le prestan
atención. Mi madre entró en depresión después de que mi padre nos abandonara
haciendo que yo, con 15 años en ese momento, tuviera que hacerme cargo de la
casa por mi cuenta. Trabaje de chalán, mesero, cargador y demás para sacar
dinero de donde pudiera. Al ver que lo que ganaba no era suficiente, unos
amigos del barrio me ofrecieron un trabajo del cual se pagaba muy bien. Tenía
que llevar ciertos paquetes a ciertas zonas y recibir dinero, obviamente que ya
tenía edad y conocimiento para saber que eran esos paquetes y lo que contenían.
Empecé a ganar mucho dinero, no tanto como se podría imaginar al ver películas
de narcotráfico y eso, pero si lo suficiente para ayudar en la casa y a mi
madre que estaba empeorando con la depresión.
En un momento de
desesperación ya que nos querían embargar la casa por falta de pago decidí
querer entrar al negocio de la trata de mujeres, no es algo de lo que me ufane,
disfrute o siquiera me agrade un poco, pero necesitaba el dinero.
Mi trabajo en los
primeros días fue simplemente de seguridad, tenía que evitar que “la mercancía”
no saliera sin permiso de las casas de seguridad que tenían los jefes. Todas
las noches entraban gente de dinero, ya sea de la ciudad o de afuera.
Políticos, policías, gente que se veía famosa pero no tenía idea de quienes
eran entraban y gastaban mucho dinero en el lugar, en especial por niñas que
todavía no cumplían la mayoría de edad y que sabía que estaban en contra de su
voluntad.
Estaba asqueado con ese
trabajo, a veces quería vomitar de lo asqueroso que era. Como aquella vez que
vi un empresario, de lo más obeso y feo que te pudieras imaginar, entrar a una
recamara en donde estaba una chica de no más de 17 años, bella, rubia de ojos
castaños, amarrado en la cama en una posición que invitaba a que las mentes
perversas maquinaran cualquier desea lascivo que se le pudiera imaginar para
hacerlo realidad.
Estaba harto de ser
participe de eso, aunque ganaba buena suma de dinero, prefería quedarme en la
calla que seguir ayudando a esos cerdos, pero el salir de esos trabajos no es
algo que se sepa que sea fácil, sólo que era muy idiota para entenderlo.
Un día hablé con mi jefe
que quería salirme de este negocio explicando mis razones. Me sorprendió al
saber que mi jefe accedió sin ningún tipo de reclamo, a lo cual agradecí
retirándome del lugar, que tonto fui.
Cuando llegué a mi caso
vi que había patrullas de la policía y gente rodeando el lugar, no sabía que
pasaba hasta que lo vi de lejos. Mi casa estaba llena de impactos de bala, y de
adentro sacaron en una bolsa negra lo que yo sabía que era. Mi madre había sido
asesinada. Fue un mensaje para mi y sabía que ellos seguían por la zona,
esperándome y buscándome para terminar el trabajo. Quise ir hacia con el cuerpo
de mi madre en la ambulancia, pero sabía que sería mi fin si me acercaba a la
zona con los policías, que no harían nada ya que muchos de ellos son clientes
frecuentes de mi antiguo jefe.
Con una lágrima en los
ojos y en silencio, me despedí de mi madre a lo lejos recordando los buenos
momentos que pasé junto a ella antes de su depresión, y mientras veía como
desaparecía en la ambulancia que iría al hospital o a la morgue me fui de ahí
sin mirar atrás. Estuve viviendo en la calle, en los callejones, comiendo de la
basura o de lo que podía robar de los mercados, siempre con el temor que me
fueran a encontrar.
Pasó el tiempo y me
descuidé, y empecé a ser menos precavido cada día. Empecé a salir con nuevos
amigos de las calles y empecé a vender drogas en las esquinas para tener dinero
y poder comer. Un día estaba sentado en una banca de un parque público
descansando, cuando vi que en el otro extremo de la banca estaba sentado un
gato mirándome fijamente. Era un gato enigmático, era negro y tenía unos ojos
amarillos y muy penetrantes, también tenía un collar con una medalla, tal vez
su nombre, pero no alcanzaba a distinguir nada. En ese momento uno de mis
compañeros me llamó, a lo cual voltee para asentir. Cuando volví a voltear a
donde estaba el gato, éste ya no estaba más.
Volví al trabajo, yo
estaba en una esquina, disimuladamente, para recibir a los compradores de
cocaína que vinieran a mí. En un momento casi como rayo un comprador me dijo.
—Cuánto tiempo sin
verte Marcus—
Cuando me fijé bien, el
sujeto que me hablaba era un antiguo compañero de trabajo de las casas de
seguridad.
Me quedé helado y mudo,
me habían encontrado. En ese momento empecé a caminar hacia atrás con una
intención inútil de querer huir, aunque sabía que mi destino estaba sellado. Al
otro lado de la calle tres hombres salieron de un carro negro que estaba
estacionado y dirigiéndose lentamente hacia mí. El viejo compañero saco un arma
y me apunto a la cabeza, lo único que hice fue cerrar los ojos y esperar mi
final, pero no fue así.
Un disparo hizo que
abriera los ojos, alguien había matado al sujeto que me iba a disparar. En ese
momento los otros hombres sacaron sus armas asustado mirando a todos lados. De
pronto una jauría de motociclistas apareció en sus motos a toda velocidad
disparando a aquellos hombres matándolos y pasando con sus motos por encima de
los cuerpos y rodeándolos como una manada de lobos sobre una presa abatida. Uno
de los hombres se dirigió hacia mí, una hombre alto, fornido, calvo, con
tatuajes y una barba larga, aunque no tan larga como la de Gandalf. El hombre
se me acercó y dijo.
—Los lobos viajamos en
manada—
Extendió su mano hacia mi
en señal de ayuda a lo cual accedí, el resto como dicen es historia.
Serge fue mi mentor, mi
maestro, fue el padre que nunca tuve. Los compañeros de “Black Knights MC”
fueron mi familia y mis hermanos a los cuales defendería con mi vida. Serge
sabía mi historia, ya que estuve en todas las noticias a lo cual me reconoció
rápidamente al verme. Él al igual que yo perdió a su familia, a su esposa la
asesinaron y a su hija la prostituyeron a la fuerza y a asesinaron dejando su
cuerpo desnudo en un tiradero a su suerte. La policía no hizo nada, a los
políticos de la ciudad no les interesó, ¡y como iban a interesarles si ellos
estaban coludidos con los tratantes y las mafias del lugar!
Serge fundo a los Black
Knights MC, no solo como un club de motociclistas, sino como una hermandad, una
tribu que se enfrenta a las injusticias del sistema, como un acto de guerra de
¡ya basta! Hacia aquellos que abusaban de otros con su poder.
Entre mis hermanos yo era
el más chico, incluso me veía chico. Siempre tenía mi pelo corto, pero no tan
corto, siempre me rasuraba a lo cual mi cara siempre tenía ese aspecto cuadrado
y ovalado, como una luna también por lo blanco. También soy el “Rompe
Corazones”, ya que a los bares a los que íbamos siempre las chicas del lugar
trataban de acercarse a mí, a lo cual Serge le causaba risa y diversión, como a
un padre que ve a su hijo ser el centro de atención de las chicas más guapas de
la zona. Pero nunca tuve un interés en las chicas en el sentido de que no me
sentía a gusto, cómodo o más bien no sentía que era el momento, todavía tenía
que curar y arreglar los traumas del pasado para sentirme completamente bien
conmigo mismo, tranquilo.
Un día afuera del bar la
Dama Roja, estábamos en la calle, en la acera del bar hablando y riendo,
divirtiéndonos y haciendo un escándalo que hacía ver a nuestro club como un
grupo de bárbaros divirtiéndose después de una rapiña. En un momento algo causo
que un grupo de hombres gritones quedara mudo poco a poco.
Una mujer caminando por
la acera del bar en dirección a cruzarnos pasó frente a nosotros. Era una mujer
no alta, como de 1.65 pero tenía un porte muy firme. Venía con un vestido negro
entallado haciendo resaltar una figura que delataba el bello cuerpo que tenía
la chica. Era muy blanca y tenía un rostro redondo pero bello. Tenía un pelo
largo casi a la cintura y negro, el peluquero que la hubiera atendido había
hecho un buen trabajo. Sus rasgos reflejaban ciertas raíces latinas que era
obvio que tenía pero que para nada le quitaban lo bello de su rostro, al
contrario. Tenía unos pómulos y cachetes redondos y lindos, la hacían ver
inocente y linda, parecía una muñeca de porcelana. Una boca no muy grande pero
muy bien marcada, como los labios de un ángel. Mostraba sus piernas y estaban
bien definidas, y llevaba unos tacones que hacían lucir unos pies despampanantes
y bien cuidado, pareciera que solo los usaba para caminar los las nueves de lo
frágiles y delicados que se veían. Tenía un estilo algo gótico en el sentido de
su vestimenta toda era de negro, su vestido, sus tacones, incluso las uñas de
sus pies y manos estaban pintadas con un esmalte que pareciera reflejar la
oscuridad de la noche. Sus ojos parecían de otro mundo, ya que tenía unas
pestañas largas y curvas, tenía un delineado negro que hacía resaltar el brillo
de sus ojos, pero lo más llamativo era el color de sus ojos. Tenía unos ojos
azules tan misteriosos ya que pareciera que tuvieran luz propia, un azul
brillante, algo espectral, como los vampiros de las películas.
La chica paso frente a
nosotros sin dirigirnos una mirada, simplemente firme en su propósito de seguir
caminando mientras los chicos la veían pasar atónitos, unos saboreando su
belleza y otros incrédulos de lo que estaban viendo. Cuando casi llegaba a donde
estaba yo ella volteó a mirarme, solamente con sus ojos, sin mover su cara. Sus
ojos cruzaron con los míos mientras seguía caminando hasta que cortó con la
mirada y siguió caminando sin mirar atrás, dejándonos con la sorpresa de su
presencia.
—Uff, si así son las
latinas que vengan todas para acá— dijo John, el
vicepresidente del club, mientras todos reían por el comentario que hizo.
Fue un momento extraño y
fuera de la realidad, su mirada me llenó de algo, no de deseo, como con otros
pasaría, sino de curiosidad y hasta familiaridad, no entiendo por qué. No
sabría si volvería a verla, pero diferencia de los demás hermanos, no me
preocupaba si jamás volviera a verla, como dije no me siento en condición para
algo así.
En la ciudad iba a ver
una reunión en un bar, un bar grande en donde se iba a presentar Henry Woods,
presidente de la asociación en contra del tráfico de personas en su campaña
para que el gobierno de la ciudad clausure los lugares ampliamente conocidos de
trata de personas que ni el alcalde o la policía quieren cerrar o siquiera
admitir que existen.
En el lugar asistieron
varias personas y grupos de todo tipo: grupos nacionalistas, bandas de
motociclistas, padres y familiares afectadas por las mafias y la asociación de
veteranos de guerra que estaban hartos del sistema que ellos defendieron en
combate fuera del país.
Entre la asociación de
veteranos estaba Jerry Ford, teniente del cuerpo de marines y presidente de la
asociación de veteranos, además de ser veteranos de la guerra de Irak retirado
tras perder la pierna izquierda tras una emboscada talibán en Beirut. Lo
curioso es que, junto a él, sentada a su izquierda en una mesa aparte de la de
todos estaba esa chica que vimos pasar el otro día. Estaba sentada, con el
mismo vestido negro, con las piernas cruzadas y recargada en la mesa mientras
bebía una copa de vino elegantemente.
Mi mente ya no tenía la
palabra “hermosa”, “bella”, no, ahora eran dudas. ¿quién es ella?, ¿porqué está
aquí?, ¿Qué tiene que ver con los veteranos?
Las reflexiones que
estaba haciendo se disiparon después de que Woods empezara a dar su discurso.
—Buenas noche
compañeros. Este día nos reunimos para dar una información que tanto ustedes
como yo tenemos derecho a escuchar. Periodistas amigos míos descubrieron un
nexo entre el alcalde y uno de los líderes criminales más importantes del
estado, Jeffrey Cohen, un tratante de mujeres cuyo base de operaciones se
encuentra en esta ciudad. La noticia se descubrió tras encontrar a las afueras
de la ciudad una casa de seguridad en donde tenían a niños y niñas contra su
voluntad y en donde tenían un lugar donde hacían rituales de sacrificio con
algunas de sus víctimas para la trata de personas. Además de otra casa de
seguridad bajo el nombre código de Wonderland en donde hacían subastas de
mujeres de edad joven para personas de dinero, los participantes de la subasta
murieron, todavía no saben el como ocurrió, pero lo que descubrieron es que
entre las víctimas estaba un Cohen, hermano de Jeffrey Cohen, líder de la red
de tráfico en la ciudad que el alcalde y la policía encubren. Lo llamo a todos
mis hermanos a luchar y exigir la renuncia del alcalde, del jefe de policía, y
que a ellos junto con Cohen y la gente de su calaña ¡Vayan todos a la cárcel!—
El lugar sonó con un
estruendo de aceptación y deseos de que eso sucediera. Mis hermanos estaban
gritando con coraje, mostrando su deseo de pelear contra esas ratas, parásitos
del sistema, en especia Serge, que al igual que yo a perdido tanto por culpa de
ellos. Pero mi mente no paraba de pensar y analizar, ¿Qué tan grande era la
red?, ¿Cohen era el principal o una cabeza más de la Hidra?, ¿Qué clase de
rituales hacia en esos lugares?, ¿Son una mafia o un culto muy poderoso?, ¿Si son
un culto que es lo que buscan o lo que quieren?
Estaba de acuerdo en
querer luchar junto con la gente del bar en contra de ellos, pero sentía que no
era la forma indicada de acabar con ellos. Al final, si destruyes esta célula,
¿Qué pasará con las otras? Yo sentía que para acabar con el problema se debía
ir hasta el origen.
—No te veo muy
entusiasmado con la idea de Woods— menciona una voz de mujer dirigiéndose
hacia a mí.
Era esa chica misteriosa
sentada frente a mi en mi mesa mirándome a los ojos mientras recargaba su
cabeza en una de sus manos y me daba una pequeña sonrisa.
—No es eso,
simplemente siento que hay algo más, y esto, no creo que funciones de todo—
le respondo un tanto sorprendido e intrigado con la presencia de la chica.
—Mmmm, ¿algo más?,
¿Cómo qué?— pregunta la chica un tanto intrigada pero con tono juguetón
hacia mí.
—Creo que esto es algo
más grande, y no creo que una simple sustitución de puestos o encarcelamiento
de unos cuantos sea suficiente, siento que esto es algo más grande y de esta
forma no se puede atacar el problema— le respondo tratando de saber a qué
está jugando.
—Veo que has visto lo
mismo que yo. Casi nadie que ver más allá de lo que pueden ver, pues el
problema se complica. Quieren soluciones mágicas a cosas muy complejas y no
siempre es así. A veces hay que ver en la oscuridad para poder entender mejor
lo que muestra la luz—
Su respuesta me
sorprendió, la verdad no esperaba algo así aunque la verdad seguía sin saber a qué
iba todo esto.
—¿Black Knights?,
¿eres como un caballero medieval?— pregunta con un tono coqueto mientras
miraba uno de mis parches de mi chaleco.
—Es mi club, donde
estoy con mis hermanos, son mi familia, sangraría y moriría por ellos, así que
cuida tu tono cuando hables de los míos— le respondí con un tono firme
mostrando los límites a donde le tenía permitido llegar.
La chica sonrió más y me
miro de una forma más intrigante.
—Tranquilo, mi
intención no es ofenderte o a tu familia, solo me causa curiosidad. Pensé que
los Caballeros ya no existían, pero puede que al fin haya encontrado uno—
lo dice mientras se paraba lentamente de la silla.
—No lo entiendo—
le respondo con más dudas que respuestas.
—¿Y si te dijera que
hay más cosas detrás de todo esto, te interesaría conocer más?— responde la
chica con una mirada algo intrigante.
—¿Y tu lo sabes?—
le contesto retándola para ver que es lo que tiene que dar.
—Veme en el parque de la
ciudad, a media noche, si es que quieres conocer más—
me responde mientras da una media vuelta para salir del lugar.
—¡Espera!, nunca supe
tu nombre— le menciono rápidamente antes de que se marchara.
Ella se detiene y voltea
hacia mí.
—Sophia— responde
con una tranquilidad que hace parecer que no hubiera un escándalo alrededor
nuestro.
—Entendido, mi nombre
es…— en ese momento antes de mencionar mi nombre, Sophia hace un gesto de
silencio con su mano izquierda en su boca pidiéndome que no siguiera.
—Yo se quien eres,
Caballero— menciona eso y camina elegantemente fuera del lugar, perdiéndose
en la noche de la calle.
Pasa el tiempo y ya el
bar empieza a vaciarse, la reunión terminó. Paso un rato con mis hermanos a lo
cual me despido ya que tengo que ir al parque a esa reunión misterios. Serge y
mis hermanos empezaron a avergonzarme ya que vieron en el bar cuando hable con
esa latina misteriosa y se imaginaban lo que iba hacer. Después de bromas y
risas me marché del lugar hacia el encuentro con ella.
Llego y el parque está
solo, no había nadie hasta que escuché un maullido, volteo abajo y era ese gato
negro de la otra vez, mirándome fijamente y ronroneando. Yo lo veo, con cierta
curiosidad, hasta que el gato empieza a caminar a una zona donde la iluminación
no servía, ya que el foco estaba fundido, desapareciendo de la vista. En ese
momento veo a lo lejos un grupo de pandilleros rodeando a una chica vestida de
rojo. ¡Era ella!
Me acerco corriendo
rápidamente alugar para tener cara a cara a esos sujetos en persona. Cuando
llego veo a los sujetos y los reconozco. Fueron los amigos del barrio que tuve
cuando me inicie en la venta de drogas, la vieja familia que tuve cuando inicié
con mi caída en mi vida. Ellos me reconocieron e intentaron ser amables.
—¿Marcus? Que
sorpresa, ojalá fuera, en otros términos—
—¿Qué es lo que
quieres con ella?— pregunto firmemente dando a entender que no estoy para
juegos.
—Uy, ¿es conocida tuya?, lamento que esto sea algo
complicado pero veras, esta zona es nuestra plaza, nuestro territorio, y la
verdad, no vemos a diario mujeres tan hermosas como ella— menciona mientras
señala a Sophia, que venía con un vestido rojo entallado resaltando su belleza
en una noche tan sola y oscura como ésta, lo interesante es que ella se
mostraba tranquila y sonriente cuando vio que estaba aquí.
—Vete de aquí y déjala
en paz— le respondo tajantemente mostrando mis intenciones.
—Lo siento viejo
amigo, no creo que se pueda hacer, tienes dos opciones: te unes a la fuiesta y
disfrutamos juntos a esta ricura de latina, ésta oferte te lo hago como un viejo
amigo, o luchas contra nosotros y te matamos mientras violamos a tu amigo y
dejamos su cadáver junto al tuyo, ¿cuál eliges?—
En ese momento entendí
que estaba en una posición difícil, pero no solo por Sophia, sino por mi mismo.
Esto entendí que era una prueba, un enfrentamiento hacia mi vida pasada, ese
trauma que vengo cargando conmigo que no he podido soltar, se materializaba
frente a mi en forma de aquellos sujetos que me forjaron en la persona que
detesté por años. Estaba claro, esta no era una lucha normal, era una decisión,
una encrucijada entre quien era, quién soy, y quien quiero ser.
Cerré los ojos, vi pasar
mi vida en mi mente, el abandono de mi padre, los tiempos buenos y malos con mi
madre, su muerte, mi vida de criminal, la vida que tuve con mis nuevos
hermanos, la vida con mi verdadero padre Serge, sus enseñanzas, todo. Exhale,
abrí los ojos y de mi cintura saqué una daga de combate que mi verdadero padre
Serge me dio, con una inscripción en la hoja que decía: Si Vis Pacem Para
Bellum. Miré a los ojos a esa vieja familia de las calles, y apretando la daga
le respondí.
—Que así sea—
En ese momento se
lanzaron en contra mía. Los instantes se volvieron lentos y a la vez fugases,
pareciera que el tiempo se hubiera detenido o que el momento se hubiera
centrado en el combate completamente. Uno a uno caía, derrotado mientras seguía
con una ira y una rabia incontrolable por querer acabar con todos. Todos
cayeron hasta que sólo quedó mi viejo amigo el cual con engaños quiso rendirse,
yo sin saber acepté, pero sin darme cuenta sacó un cuchillo de la espalda y me
lo clavó en el pecho justo en mi corazón. Mientras me arrodillaba preso de un
dolor insoportable, pero sin emitir ni un ruido, tomo fuerzas y con mi daga
apuñalo su cuello cortando la arteria y cuanto me encuentre con el filo de mi
arma.
Al final cae desangrado y
muerto y yo me recuesto en el suelo, mirando el cielo estrellado con una
hermosa luna llena, sonriendo, pues al fin mate mis demonios, me siento libre.
Cierro los ojos y una oscuridad invade mi visión sumiéndome en un silencia y
una oscuridad que siempre pensé que algún día llegaría a presenciar.
Despierto de un golpe,
como si me hubieran ahogado y apenas me hubiera dado cuenta que me faltaba aire
para respirar. Observo rápida y frenéticamente en mi pecho la herida de la
apuñalada que me dieron y veo que solamente hay una cicatriz, pero nada más,
pareciera como si casi no hubiera pasado nada Veo a mi alrededor y me encuentro
en una habitación mediana, de un estilo gótico y victoriana, de colores negros
y rojos. La habitación pareciera que fuera ideada por
un admirador de la nobleza antigua del renacimiento con una combinación de
fantasía estilo Bram Stoker o Edgar Allan Poe. Miro a los pies de la cama y la
veo a ella.
Estaba sentada en un
escritorio que daba con una gran ventana que dejaba entrar la luz de la luna
llena iluminando la habitación además de las cuantas velas que se encontraban
en el lugar. Estaba sentada, recargada viendo la luna descalza con solo su
vestido rojo brillante hasta que voltea hacia mi y me mira fijamente, con esos
espectrales ojos azules lanzándome una sonrisa seductora.
Se para, dirigiéndose
hacia mí, a los pies de la cama, moviéndose lentamente, sin dejar de mirarme,
contoneando su figura frente a mí. Se para un momento y gira lentamente dándome
la espalda. Empieza a quitarse el vestido desde arriba, sacándose un brazo y
luego el otro para proceder a recorrer el vestido a través de su cuerpo y sacar
sus pies para dejar su cuerpo cubrirse completamente con la blanca luz de la
luna.
Se pone firme, la luz
ilumina su blanca piel, casi pareciendo que tuviera una luz propia, areciera
que la luna tomo forma humana y se convirtió en una mujer. En la base de la
espalda se vislumbraba una forma, unos números, como un tatuaje en estilo
antiguo, 1611 pareciera decir.
Empieza a girar
lentamente de frente hacia mi mostrando la hermosura de su cuerpo desnudo. Unos
pechos redondos y firmes delineaban la parte superior de su cuerpo, una cintura
hermosa y curvilínea que invitaba a rodearla con las manos, unas caderas
redondeadas, un monte de venus que mostraba unos labios vaginales que ni los
pétalos de la más hermosa flor podría iguales en belleza y suavidad, unas
piernas delineadas y unos pies que parecieran esculpidos por un ángel. Su piel
blanca y sin marcas, vellos o imperfecciones se mostraba brillante y hermosa,
generando contraste con el esmalte negro de sus uñas.
Empezó a caminar
lentamente hacia mí, hasta subirse a la cama y gatear, como una gata acechando
a su presa mientras acercaba lentamente su rostro al mío. Cuando quedamos cara
a cara, sus labios a unos centímetros de los míos, su cuerpo denudo encima del
mío, me miró fijamente con una expresión de deseo y cerrando lo ojos me empezó
a besar.
Su beso empezó lento,
tierno y seductor, hasta llegar a un nivel de lujuria y de deseo. Empezó a
besarme el cuello, bajando lentamente por él, por mis pectorales, por mi pecho
y mi vientre casi llegando a mis genitales.
Mi pantalón luchaba por
no dejar a la vista una erección que se formaba cada vez más fuerte mientras
ella besaba las zonas cercas de mi pene. La temperatura subía, sentía que el
calor estaba aumentando.
Empieza a desabrochar mi
cinturón lentamente mientras no dejaba de fijar su mirada en la mía. Sentía un
calor, pero a la vez estaba helado, respirando por la boca, como una presa que
va a ser devorada. Desabrochó mi pantalón, lo bajo lentamente, lo suficiente
para tocar mi pene erecto por encima de mi boxer. Mis ganas y deseos no podía
controlarlos más, necesitaba sus labios y su lengua en mi glande, que estaba
tan excitado que estaba arrojando gotas de semen por el deseo incontrolable de
tener su boca en él.
Baja por completo mi
pantalón y mi boxer, dejándome desnudo por completo. Mi pene caliente y erecto
estaba frente a ella, frente a sus labios que se acercaban lentamente a él
esperando a ser devorado. Ella respiraba cercas de él, sentía en mi pene sus
exhalaciones cada mes más profundas. No podía más, sentía como si me torturaba,
acariciándome con un placer, pero impidiendo que lo disfrutara.
Por fin ocurrió, cerré
los ojos y solo podía sentir como ella introducía lentamente mi pene en su
boca, mientras jugaba con su lengua alrededor de mi glande. Movía su cabeza
adelante y hacia atrás, lentamente, asegurando que disfrutara cada momento de
cada movimiento al máximo. Cada rato a ella o a mi se nos escapaba algún
gemido, lo que solo lograba que se calentara más el momento.
Cada gemido que lanzaba
ella aumentaba la velocidad, con su boca y sus manos estimulaba cada vez más.
No podía más, cada momento era más difícil el poder contenerme, quería terminar
ya. Ella se detuvo y se levantó, se puso frente a mi e introduje mi pene
lentamente en su vagina mientras me miraba fijamente.
La suavidad de su vagina
era increíble, me sentía como en otro mundo, como su estuviera haciendo el amor
con una diosa. Ella se movía adelante y hacia atrás, lentamente hasta alcanzar
una velocidad no tan rápido, pero si constante. Ella cerraba los ojos de vez en
cuando, se tocaba así misma, sus pechos, su abdomen, su cuello. Yo la tocaba de
vez en cuando su cuerpo de frente, quería disfrutarla todo cuanto podía.
Gemidos cada vez más fuertes se le escapaban, sentía como mi pene se humedecía
más por los jugos vaginales que lo empapaban como agua de un cálido manantial
que te invitaban a relajarte y disfrutar.
No podía más, ni ella
tampoco, estábamos llegando al clímax. Una sensación estaba recorriendo por mi
cuerpo, trataba de disfrutar lo más que pudiera antes de por fin sentir el tan
delicioso alivio del fin. Tras un gemido de liberación y satisfacción me corrí
dentro de ella, mis ojos se fueron hacia arriba y mi boca se estaba secando por
las fuertes exhalaciones de placer que estaba generando. Ella hizo lo mismo,
ambos llegamos al orgasmo, y tras llegar al clímax una sensación sobrenatural
inundó mi mente.
Mi visión se oscureció, y
sentí como si algo se hubiera abierto, como una puerta a algo que no sabía que
era. De repente en esa oscuridad de la mente vislumbre un sol, pero no era un
sol común, era un sol cuyos rayos no generaba calor, sino frío, era un sol que
no iluminaba, al menos no como el sol que todos conocemos, iluminaba con
oscuridad, pero aún así se podía ver.
Vi a un hombre gigantesco
sentado en un trono negro, debajo de ese extraño sol, con sus codos recargados
en los descansa brazos del trono y sus manos cruzadas frente a su cara en señal
de estar meditando. Vislumbre mejor ese trono y vi que estaba formado con
huesos y cráneos humanos. El hombre estaba vestido de cuerpo completo con una
armadura antigua. En su cabeza llevaba un casco, como los que usaban los
españoles, y su rostro estaba cubierto con una máscara plateada, unida al
casco, que asemejaba a un rostro con bigote y barba como la de los hombres
antiguos. De su ojo izquierdo escurría sangre, como si alguien le hubiera
arrancado un ojo, pero aún así, las dos formas de la máscara que daban espacio
para mostrar los ojos de aquel hombre sólo mostraban oscuridad.
El hombre rompió su
meditación, y con su mano izquierda formo un signo con tres dedos apuntando al
sol. El son empezó a cegarme con su oscuridad hasta que no vi nada y la
oscuridad invadió mi ser.
Desperté nuevamente, en
la misma cama y la misma habitación, estaba denudo con sólo las sabanas
cubriendo mi cuerpo. Todavía no vislumbraba bien a mi alrededor hasta que
escuche una voz.
—Despierta Caballero—
Aprieto los ojos para
poder volver a abrirlos y enfocar bien de donde viene esa voz. Era Sophia, que
estaba en la silla del escritorio en la ventana, con un camisón rojo que cubría
su cuerpo desnudo, mirando el amanecer y los primeros rayos del sol con un
rostro que reflejaban tranquilidad y gozo absolutos mientras acariciaba un gato
negro que estaba acostado en sus piernas.
Ella voltea hacia mí, me
mira fijamente, y con una sonrisa tranquila habla.
—Bienvenido de vuelta
al mundo… Mordred—
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