2 Confía en mí, ¿Puedes? por Velkan Corvinus

 


Por Velkan Corvinus "el Viejo"

(Primera publicación en la revista "Acephale No. 6"; Cuento 2do de la línea principal del Codex Tempesta) 


Confía en mí, ¿Puedes?


Estos dos días han estado muy grises últimamente. Desde la noticia de la casa del pastor a unas cuantas calles cerca de mi casa, las personas parecen más distantes entre sí, o al menos ya no se ve cierta alegría cuando jugaba dos días antes del incidente.

 

El futbol es mi pasión, al menos es lo único que conozco para poder salirme de mi casa. Vivo con mi mamá, mi papá fue de servicio como soldado a un lugar cuyo nombre nunca aprendí bien, pero ese fue el último lugar al que fue. Mi papá murió, me dijeron que fue un héroe, pero la verdad no sé si es cierto, o me lo dicen para sentirme bien; aunque fuera un héroe mi papá ya no está conmigo, eso es lo único que me importa.

 

Mi mamá se puso muy triste, pero, aun así, trataba de alegrarme siempre que podía; ella me enseñó a jugar futbol, aunque era pésima, me mostró una forma de olvidarme de las cosas que me hacían poner triste.

 

Un día mi mamá en el supermercado conoció a alguien llamado Bob. Era alguien muy alto, de ojos verdes y pelo café, tenía muchos tatuajes en los brazos y era simpático. Mi mamá empezó a salir con él, y en poco tiempo empezó a vivir con nosotros. Después de un tiempo nació mi hermanito Tim, yo me emocioné porque tenía un nuevo hermanito con el que podría jugar.

 

Bob trabajaba de constructor, el ayudaba a crear los edificios más grandes de la ciudad, aunque me gustaba a lo que se dedicaba yo quería ser como mi papá de grande. Mi mamá trabajaba como mesera en una cafetería de medio tiempo mientras que mi hermanito estaba en la guardería, y mi mamá, al terminar su turno lo recogía y se iban a mi casa, que más bien era un departamento, aunque la casa era chica yo estaba feliz.

 

Cerca de mi casa había un terreno que se usaba como cancha de futbol para todos los que querían, desde grandes a pequeños. Yo iba a jugar a ahí todos los días como mi mejor amigo Michael. Todos los días íbamos a jugar ahí con los demás niños del vecindario y nos divertíamos mucho, aunque el problemático fue Bill y su grupo de amigos que siempre eran muy bruscos o molestos, pero aun así no impedían que nos divirtiéramos todos.

 

Un día me di cuenta que una niña nos observaba sentada en un banquito hacia con nosotros mientras jugábamos, pero no le presté atención. Cuando terminamos de jugar, y ya todos nos íbamos a nuestras casas, vi que la niña aún seguía ahí, aunque también se había levantado del banquito para ya irse. En eso le pregunté a Michael si sabía quién era ella, a lo cual me dijo que no, no sabía; la niña era nueva en el vecindario, y se queda mirando siempre mientras la gente juega en la cancha. Sabiendo eso no le di mayor importancia y nos fuimos.

 

Al día siguiente mientras íbamos a empezar a jugar ,vi que esa niña se acercaba hacia con nosotros, y vi que ya no tenía ese vestido de las otras veces, tenía unos shorts deportivos negros y una playera blanca.

 

¿puedo jugar? — mencionó la niña mientras se ponía frente a nosotros con sus manos colocadas en sus costados con una actitud decidida.

 

De lejos no se notaba tanto, pero ya de frente era una niña muy bonita. Era muy blanca de pelo ondulado y dorado, como un rubio no brilloso, y tenía unos ojos muy azules, como si pareciera que tuvieran luz propia.

 

¿Una niña?, ¡claro que no! Este no es un deporte para princesitas como tú— le respondió Bill de forma muy fanfarrona, aunque sé que, en su interior, está tratando de lucirse con ella.

 

—¿Temes que una niña sea mejor que tú?— respondió la niña misteriosa a Bill, lo cual los demás lo empezaron abuchear como burlándose de él.

 

—Veamos si esa carita no se va de aquí llorando— respondió Bill dando la señal de que todos tomaran sus posiciones.

 

La niña formó parte de mi equipo junto con Michael y otros y empezamos el partido. El partido fue de lo más sorprendente, la niña misteriosa era muy buena, y parecía que no se cansaba, además de que tenía una agilidad que wow. Bill estaba sorprendido, y cada dos minutos tenía que tomar un respiro porque la niña no lo dejaba descansar.

 

Al final ganamos gracias a la ayuda de nuestra amiga, brincando y celebrando. Michael estaba sorprendido.

—¡Increíble, eres muy buena, eres super ágil y rápida, eres como Cheetara de los Thundercats!— mencionó Michael gritando de la emoción.

 

La niña simplemente se sonrojaba y le daba pena recibir los halagos de todos, pero le agradaba que la vieran con buenos ojos.

 

—Bueno, te juzgué mal Cheetara, eres muy buena— mencionó Bill, mientras se acercaba para darle la mano en señal de respeto a la niña.

 

La niña misteriosa lo miro sonriendo y le respondió su saludo dándole la mano. En eso todos empezamos a corear ¡Cheetara, Cheetara, Cheetara! La niña misteriosa, ahora Cheetara, se había vuelto nuestra amiga.

 

 

Empezamos a jugar todos los días con nuestra nueva integrante Cheetara; fue un cambio muy grande, ya que ella es la única mujer, además, como era muy buena, teníamos que esforzarnos el doble para siquiera poder igualarla. Fue un cambio muy positivo, ya que, si ella no estuviera, no seríamos tan rápidos o buenos como lo somos ahora.

 

Cuando nos íbamos a nuestras casas, Michael, Cheetara y yo, nos íbamos juntos, porque al parecer Cheetara vive por nuestros rumbos. Nos íbamos hablando, riendo, haciendo bromas, a veces íbamos por un helado antes de irnos a nuestras casas. Mike era muy ocurrente, y yo muy tonto, ya que siempre me agarraba de su burla. Cheetara era muy risueña, tenía la risa muy fácil de sacar y siempre que se reía se le ponían los cachetes rojos.

 

—Nos vemos mañana, oye J, no vayas hacer travesuras con Cheetara, ya que Bill se pondrá celoso— dijo Mike moviendo las cejas con una expresión de diablillo travieso.

 

—¿¡DE QUE HABLAS!?, solo somos amigos— respondí de manera tajante y fuerte.

 

Mike soltó una risa y se metió a su casa; en eso veo a Cheetara sonrojada, tratando de no hacer contacto visual conmigo. Seguimos caminando y llegamos a los departamentos donde yo vivía. Nos quedamos un rato en las escaleras hablando de cosas sin sentido, pero divertidas; ya era de noche y le pregunté.

 

—¿Y dónde vives tú?— le pregunté con un interés no tan grande, pero como una forma de hacer una despedida bien.

 

—Vivo a unas cuantas calles de por aquí— me respondió sonriendo con un tono muy feliz.

 

Hablamos un poco más de que ella era nueva en el lugar, y que sus papas no están todo el día, por eso viene a jugar; nos despedimos, y cuando estaba por subir, volteé para verla partir, pero ya no estaba. Seguí subiendo pensando en la broma que me hizo Mike, y tiene cierta razón; Cheetara era una niña muy bonita, y me doy cuenta que estoy empezando a sentir cosas por ella, pero no quería regarla y perderla como amiga, así que no presté atención en eso y seguimos los días como siempre.

 

 

Las cosas en mi casa empezaron a ponerse feas. A Bob, la constructora donde trabajaba, despidió a varios trabajadores, porque consiguieron mano de obra más barata de no sé dónde; no nos dijo bien eso a mí o a mi mamá. Mi mamá empezó a trabajar por turno completo, ya que con Bob, desempleado, mi mamá tuvo que ser la que trajera dinero a la casa.

 

Bob se empezó a volver extraño, ya no le hacía caso a Tim, o a mí; siempre estaba bebiendo, supongo que era jugo, porque le gustaba, y le empezó a gustar mucho el azúcar, solo que se la comía raro; la ponía en la mesa y la respiraba con la nariz, nunca pensé que se pudiera comer la azúcar así; un día lo intenté con el azúcar de la despensa y me dolió muy fuerte la nariz.

 

Mi mamá venía muy cansada del trabajo, y siempre que llegaba Bob se peleaba con ella; había gritos todas las noches y mi hermanito lloraba todo el tiempo. Después de un tiempo, dejé de ir a jugar futbol todos los días, y me quedé cuidando a mi hermanito, porque Bob desaparecía y mi mamá ya no podía hacer que mi hermanito estuviera en la guardería todos los días, así que yo lo cuidaba.

 

Un día Mike y Cheetara vinieron a visitarme, y me bajé a las escaleras con Tim para presentárselos. Mike se sorprendió, porque, aunque sabía que tenía un hermano, nunca lo había conocido, y Cheetara se le hizo muy tierno y quiso cargarlo y abrazarlo, como si de un muñeco fuera.

 

—Ya no te hemos visto tan seguido en la cancha, ¿estás bien?— me pregunto Mike con interés y preocupación.

 

—Han pasado cosas en mi casa, y he tenido que cuidar a Tim algunos días, porque mi mamá no puede— respondí de una forma triste pero no deprimente.

 

—¿Y tu papá dónde está? No lo malentiendas, es lindo que cuides a tu hermanito, pero eres un niño, estas responsabilidades no deberían ser tuyas— mencionó Cheetara.

 

—Bueno, él no es mi papá, es el papá de Tim, mi papá ya hace tiempo que falleció, era soldado— respondí a Cheetara.

 

—¡Hay! Lo siento, no era mi intención molestarte de esa forma— mencionó Cheetara con cara de arrepentida.

 

—No te preocupes, no lo sabías— respondí para que no se sintiera mal.

—¿Pero estas bien, no ha pasado nada malo?— me pregunto Mike un tanto desconcertado.

—Si todo bien, solo hemos tenido que hacer cambios en la casa para este problemita, pero no se preocupen, estoy bien.— respondí tratando de tranquilizar las dudas que había.

 

A Mike y a Cheetara les pareció bien la respuesta, aunque dudaron un poco, pero cambiaron de tema y empezamos a platicar otras cosas, como que a Bill se le rompió el short jugando y se le vieron los calzones, o que hay dos nuevos amigos que se unieron para jugar y muchas cosas más.

 

Al terminar, Mike se tenía que ir y se despidió, dejándonos a mí y a Cheetara solos junto con Tim; en eso Cheetara dijo:

 

—A Mike pude que lo engañes, pero a mí no, puedo ver una mirada triste en tus ojos, en serio ¿Qué te pasa?— me preguntó mirándome con preocupación.

 

Al final le terminé diciendo lo que pasaba en mi casa, de los gritos en la noche entre Bob y mi mamá, de que incluso Bob le pegaba a mi mamá cuando se ponía raro al beber mucho o respirar azúcar, pero mi mamá me decía que todo estaba bien, y que me fuera a mi cuarto con Tim, y que a veces, Bob traía amigos a mi casa y tenía que salirme con Tim a la casa de una vecina ya viejita, la señora Hills, que siempre nos ayudó a mí y mi mamá cuando yo era muy pequeño, y me quedaba a dormir ahí, ya que a veces mi mamá no llegaba hasta la mañana siguiente.

 

Cheetara me miró con ojos comprensivos y me dijo.

 

—Yo viví problemas similares, yo soy adoptada, mi antigua familia era hermosa, bella y agradable, pero nuestro padre no y tuve que irme, ahí fue cuando me encontré con mi nueva familia. Mi nueva mamá puede parecer cruel y mala en algunos casos, pero al final es buena, es su forma de hacernos fuertes, el poner nuestra vida difícil para poder superar eso difícil. Mi mamá dice que escoge a sus hijos de entre los más fuertes, o de los que se ven más capaces de entre los demás. Es como los soldados como tu papá, sus jefes son duros y crueles, pero es porque quieren que tu seas fuerte y no sientas miedo nunca.— respondió Cheetara viéndome con una sonrisa.

 

—Vaya que tu familia es extraña— le respondí asombrado a lo que Cheetara soltó una risa.

 

—¿Tienes hermanos?— pregunté a Cheetara con curiosidad.

—Tengo varios, aunque la mayoría son más grandes que yo; todos somos adoptados, y son como tú y yo— me respondió mientras alzaba a Tim y le hacía borucas para que se riera lo cual hizo.

—¿A qué te refieres con que son como nosotros?— le pregunte con duda al respecto.

 

Cheetara me volteo a ver con sus ojos azules y con una sonrisa que me daba tranquilidad y a la vez sorpresa.

—Sobrevivientes—

 

En eso, la señora Hills me empieza a llamar, ya que le prometí que le iba ayudar con algo de tu televisor.

 

—Veo que te llaman— menciona Cheetara.

 

—Si, tengo que acudir al llamado— le respondo mientras cargo de nuevo a Tim para despediré me Cheetara.

 

—Bueno te veo mañana— le respondí a Cheetara.

—Nos vemos mañana, no faltes eeeh, si ya no te derroto en la cancha perderé condición— me responde Cheetara de una forma burlona al estilo Mike.

 

Yo me rio y empiezo a subir hacia con la señora Hills, pero antes de seguir, volteo para preguntarle algo, pero veo que ella ya no estaba. Vaya que es rápida, es como si desapareciera.

 

 

Al siguiente día, voy a la cancha con Michael, pero veo que Cheetara no está y le pregunto:

 

—¿Sabes donde está Cheetara?— le pregunto a Mike.

—La verdad no lo sé, no ha aparecido en todo el día por ningún lado— me responde con la misma inquietud, pero sin preocupación.

 

—Seguramente fue por algo, no eres el único que puede tener cambios en su casa— me responde Mike tratando de tranquilizarme.

 

Y en eso tiene razón, con lo que me contó de su familia, puede ser algo comprensible. Al terminar de jugar Mike y yo, nos vamos a nuestras casas para descansar.  Cuando Mike esta por entrar a la suya me dice:

 

—Tu tranquilo, mañana seguro viene ella otra vez— a lo cual le respondo positivamente a su comentario y nos despedimos.

 

Al llegar a mi casa, mi mamá estaba haciendo la cena, ya que hoy en su trabajo le dieron el día libre. Mi mamá me da un beso y me pregunta si tuve un buen día, y le respondo que sí, pero mi amiga no fue, y con eso me pregunta si es mi amiga o mi novia, y ya pues, hubo un conversación divertida y graciosa que hace mucho tiempo no tengo con mi madre.

 

En eso llega Bob, otra vez muy raro con ojos muy rojos, como si le hubieron echado tierra en ellos.

 

—¿Cuándo me ibas a contar eso?— le dice Bob a mi mamá de una forma muy agresiva.

—¿De que estas hablando?— le responde mi mamá de forma asustada y alejándose de Bob.

 

—¡DE QUE ANDAS DE ZORRA Y PROSTITUTA EN LOS BARES!— en eso Bob lanza a la pared una botella de cristal que tenía en la mano.

 

—¡No es lo que tú crees, puedo explicarlo!—

—¡A VER, QUE CLASE DE MENTIRA VAS A DECIR!—

—¡El salario de mesera no era suficiente, así que busqué un trabajo como bailarina exótica en un bar! ¡ASÍ QUE TE PIDO QUE NUNCA VUELVAS A LLAMARME PUTA EN FRENTE DE MI HIJO!—

 

En eso Bob le da una fuerte cachetada a mi mamá que la manda al suelo. Yo, asustado, quiero ir con mi mamá, pero ella me da señales de que no, que fuera con mi hermano. Voy a mi cuarto con Tim, que estaba llorando, y me lo llevo cargando, tratando de llegar a la puerta e irnos con la señora Hills mientras Bob y mi mamá están gritando. En eso Bob me ve y dice.

 

—¡TU ERES LA CAUSA DE SU ATENCIÓN, TU ERES EL PEQUEÑO BASTARDO QUE ME DA PROBLEMAS DESDE QUE YO LLEGUE, ¡SIN TI TODO SERÍA DIFERENTE! ¡Y ESO HARÉ! — en eso Bob va a la cocina y toma un cuchillo, lo levanta viéndome con un enojo muy grande y va dirigiéndose hacia donde estoy.

 

—¡NO!— grita mi mamá, y se lanza contra Bob sosteniendo en su mano una lampara y golpeándolo con ella; en eso mi mamá me grita que corra, y yo, con Tim, salgo corriendo hacia la calle de noche.

 

En ese momento estaba asustado, y no podía calmar a Tim, no sabía a donde ir y que pasaba con mi mamá, nadie salía ayudar ni nada, hasta que escucho un fuerte grito que sé que era de mi mamá y escucho.

—¡VOY POR TI BASTARDO!—

 

En eso siento que alguien toma mi mano, volteo y es Cheetara.

 

—Ven conmigo — me dice jalándome hacia con ella.

—¡Pero mi mamá!—

—¡Tu corre!— me dijo gritando así que corrí junto a ella.

 

Corrimos hasta la cancha toda sola y oscura, con una sola luz de un foco que alumbra una parte de ella. Nos sentamos en el banquito a descansar un poco para que Tim dejara de llorar.

 

Empecé a soltar lágrimas y a querer llorar mientras le preguntaba a Cheetara.

—¿Tú crees, que mi mamá…?—

—Si, lo lamento— me respondió a lo cual empecé a llorar.

 

Cheetara me abrazó y consoló hasta que poco a poco me empecé a sentir mejor.

 

—¿Quieres venir conmigo?— me preguntó ella a lo cual respondí.

—¿A dónde?—

—Con mi familia, todos nosotros pasamos por lo que tú has pasado, por ese dolor, miedo y sufrimiento, pero al estar aquí, mamá nos encuentra y nos acoge como a sus hijos, incluso tu mamá puede estar con ella ahora mismo.—

 

—¿¡En serio!?— respondí sorprendido.

—Si, al final todos iremos con ella en cierta forma.—

 

Me sequé las lágrimas y pensé que no todo estaba perdido, que mi mamá puede estar allá, así que accedí a ir con ella, pero me dijo algo.

 

—Tim no puede venir con nosotros, no es un lugar para él ahora— yo sorprendido y consternado respondí.

—¿Pero cómo? No pienso dejarlo—

—A dónde vamos él no puede venir, déjalo aquí en el suelo, un amigo lo cuidará hasta que llegue alguien por el—

—¿Alguien?, no comprendo— respondí sin entender bien lo que me decía.

—Confía en mí, ¿puedes?—

 

Me lo dijo mirándome a los ojos, con una sonrisa y con su fuerte mirada azul, que parecía que brillaba más de noche. Accedí y dejé a Tim en el suelo de la cancha mientras empezaba a llorar.

 

—No te preocupes, estará bien— me dijo consolándome por dejarlo ir.

 

Le di un beso en la frente a Tim y me fui con Cheetara. Mientras caminábamos juntos le pregunté:

 

—¿Tú crees que mi mamá está con tu mamá?—

—Cuando lleguemos lo comprenderás mejor— me respondió.

—¿Cómo es tu mamá, o tu familia?— pregunté con curiosidad.

—Nuestra mamá cambia mucho, es como si tuviera varias caras, pero siempre es ella, al principio te puede resultar intimidante, pero al final la terminarás queriendo, y ella a ti, y mi familia ya los conocerás cuando lleguemos—

 

Sus respuestas me llenaron más de dudas que de respuestas, pero como íbamos hacia allá, preferí verlo con mis propios ojos.

 

—Hasta ahorita me doy cuenta, nunca nos presentamos formalmente, mi nombre es Jake—

 

—Mucho gusto Jake, mi nombre es Lizzy—

 

 

 

En la cancha, Tim seguía llorando, hasta que una sombra se acercaba a él y empezó a reír y hacer borucas. En ese momento, un gato negro, de ojos amarillos ,apareció frente al niño, mirándolo profundamente en medio de la oscuridad del lugar.

 

 






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